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Unidades legendarias

Existen deportes de conjunto en los que, casi como una contradicción, las individualidades son determinantes. La NFL no representa una absoluta excepción a esta idea, pero resulta difícil o imposible sostener que los individuos definen el rumbo de una franquicia del mismo modo que un Messi lo hizo en el futbol durante tantos años. Nadie, ni siquiera todo un Tom Brady, gana solo un juego de futbol americano. La complejidad de este deporte es demasiado alta. Para empezar, porque cada equipo se divide en tres grandes unidades: ofensiva, defensiva y equipos especiales. A veces, una de tales unidades destaca más que las otras, pero de todos modos necesita que sus colegas más rezagados funcionen, cuando menos, de un manera decente o, en todo caso, que sean capaces de aguantar el tipo en los partidos cruciales. Por si fuera poco, al interior de las grandes unidades hay miniequipos de trabajo, también: las líneas ofensiva y defensiva, los linebackers, los wide receivers, etcétera. Si somos el ya citado Brady, pero nuestros pases acaban todos en el suelo, por mejor que los lancemos, porque nuestros blancos tienen manos de mantequilla, no vamos a ninguna parte. Si hacemos todo bien, pero el pateador sale en mal día, podemos hundirnos… En fin.

¿Quién no oyó hablar de la legendaria Cortina de Acero, es decir, la defensiva de los Steelers de los años setenta? Mean Joe Greene, Jack Lambert y su tocayo Jack Ham, Donnie Shell, Mel Blount… Cinco integrantes del salón de la fama formaron parte de aquel grupo que ganó cuatro Super Bowls en la década. Para muchos, The Steel Curtain es la mejor defensiva de la historia, pero no es tan sencillo adjudicarle tal título cuando compite con The Legion of Boom de los Seattle Seahwaks del decenio del 2010, los Ravens de Ray Lewis del decenio del 2000 o los Monsters of the Midway de los Chicago Bears del 85. Y cómo no mencionar a los Hogs de los entonces llamados Washington Redskins (hoy Commanders) o a los Killer Bees de Miami (que tienen en su contra el hecho de no haber conseguido llevar a su equipo a una victoria de SB).

Y en el terreno de ganar puntos, cualquiera que siga este deporte recordará a la West Coast Offense de los 49ers, con Joe Montana y Jerry Rice encabezando avances incontenibles y que convirtieron una liga corredora en un circo aéreo. O al ya tres veces mencionado Tom Brady y su séquito de estrellas en los Patriots de los dos primeros decenios de este siglo XXI, con nombres como Rob Gronkowski, Wes Walker o Randy Moss (quizá no haya existido mayor sorpresa en la historia de la NFL que el hecho de que los Patriots invictos del 2007 perdieran el SB XLII ante los Giants, pero Brady encontrará bastante consuelo, hemos de suponer, en los siete anillos que ha ganado en el terreno). Hay quien piensa que el llamado Great Show of Turf de los Rams de principios de este siglo tiene derecho a comer en esa mesa, con el rey de los quaterbacks underdogs, Kurt Warner, y figurones del tamaño de Marshall Faulk. Los que somos viejos lobos de este deporte pensamos inmediatamente en los Chargers de principio de los ochenta, con Dan Fouts y Kellen Wislow, en los Dolphins de Dan Marino y el Super Mark Duper. Otros, más jóvenes, apoyarán la idea de que los Colts (o los Broncos, con mejores cifras) del gran Peyton Manning merecen una silla aquí.

Por eso, aunque hablemos de héroes y dioses individuales en la NFL, no olvidemos jamás que un jugador es tan bueno como sea su unidad y depende, para sus mejores momentos, de que sus compañeros se rompan la cara.