La NFL entra en su sexta semana y las líneas de identidad de los equipos comienzan a definirse con claridad. Ya no se trata solo de arrancar bien o mal: las franquicias empiezan a mostrar sus verdaderas caras, las fortalezas que las sostendrán en la segunda mitad de la temporada y las grietas que pueden hundirlas si no se corrigen a tiempo. En este punto, los entrenadores afinan ajustes, los quarterbacks comienzan a ver cómo las defensas los descifran, y cada error pesa más porque los márgenes se estrechan.
Dentro de este contexto, tres partidos destacan por su peso táctico y narrativo: el clásico del norte entre Cleveland Browns y Pittsburgh Steelers, el duelo entre dos contendientes emergentes de la NFC, San Francisco 49ers y Tampa Bay Buccaneers y la importancia de la visita de Detroit Lions a Arrowhead.
El primer enfrentamiento, entre Browns y Steelers, siempre ha tenido aroma de hierro, lodo y resentimiento. Es uno de los clásicos más antiguos y feroces de la AFC Norte, donde cada golpe parece llevar décadas de historia acumulada. Esta vez, el duelo llega con contextos muy distintos: Pittsburgh ha tenido semana de descanso y viene con la frescura que eso implica, mientras Cleveland arrastra el cansancio de un viaje internacional, con apenas tiempo para reajustar cuerpo y mente. El dato no es menor: los equipos que regresan de Londres y juegan sin descanso suelen registrar un rendimiento ofensivo casi un 15% inferior a su media de temporada, según métricas de eficiencia (EPA) de los últimos cinco años. En un deporte tan dependiente de la precisión y la sincronía, el desgaste logístico puede ser un enemigo silencioso.
En términos de estilos, los Steelers siguen apostando por la solidez defensiva y el control del reloj. Mike Tomlin, un maestro del detalle situacional, ha construido una identidad basada en la disciplina y en ganar la batalla invisible: terceros downs, zona roja y turnovers. Su equipo rara vez es espectacular, pero casi siempre es eficiente en el caos. Tras la semana de bye, recuperan piezas clave en el backfield, como Jaylen Warren, quien venía mostrando una tasa de éxito de carrera (Success Rate) del 54%, una cifra notable en una liga donde el promedio ronda el 42%. Con él de vuelta y la presencia complementaria de Kenneth Gainwell, Pittsburgh puede mantener la filosofía de golpear por tierra y desgastar la defensa rival. Además de con el juego terrestre, los Steelers son capaces de sostener sus drives por la presencia en el backfield de Aaron Rodgers, quien está mostrándose muy seguro en sus lecturas pre-snap, dándole oportunidades a sus wide receivers de ganar primeros downs, como en la secuencia que os muestro aquí debajo.
Los Steelers alinean con tres receptores en el lado derecho y el tight end aislado en el lado izquierdo. Antes del snap, Rodgers mueve al tight end y lo alinea pegado a la línea ofensiva. A partir de ahí, el quarterback comienza a leer cómo se sitúa la defensa, quien deja dos safeties en la zona profunda y mete mucha gente en la caja, dejando solo a dos defensores contra los tres receptores acereros. Es una situación corta de dos yardas, por lo que la amenaza de carrera es evidente. Cuando se inicia el snap, los Steelers juegan una run pass option, y Rodgers se queda el balón para lanzar muy rápido al exterior y que Austin juegue en ventaja numérica esa screen. El defensor en conflicto salta a la carrera y deja en inferioridad ese lado, dándole la oportunidad a su rival de ganar el primer down y seguir moviendo cadenas.
Del otro lado, los Browns viven una temporada de transición, atrapados entre su potencial defensivo y las dudas de su ofensiva. Kevin Stefanski ha decidido apostar por Dillon Gabriel como quarterback titular. Gabriel es un quarterback con movilidad, buen brazo en lanzamientos cortos y de lectura rápida, pero todavía inexperto ante defensas que camuflan coberturas y presionan desde ángulos impredecibles, algo que Pittsburgh está volviendo a hacer esta temporada. La defensa de los Steelers, tradicionalmente una de las más agresivas de la liga, se caracteriza por su mezcla de presiones simuladas y rotaciones post-snap que pueden confundir a quarterbacks novatos, como es el caso de Gabriel. En términos avanzados, Pittsburgh lidera la liga en tasa de presión ajustada (Adjusted Pressure Rate) con un 33%, y eso suele forzar errores: cada punto porcentual adicional de presión se traduce, históricamente, en un 0.5% más de probabilidad de turnover.
La gran incógnita es cómo Cleveland podrá proteger a su joven quarterback. La línea ofensiva de los Browns, ha bajado su rendimiento en protección de pase: su tasa de bloqueo efectivo está por debajo del 65%, lo que los ubica en el tercio inferior de la liga. Si no consiguen estabilizar la trinchera y darle ritmo a su ataque terrestre, Gabriel puede pasar una tarde complicada. Es muy necesario para ellos que el running back rookie, Judkins, tenga otro gran partido como el pasado domingo en Londres. Sin embargo, la defensa de Cleveland sigue siendo una fuerza temible. Myles Garrett continúa siendo uno de los jugadores más influyentes de la NFL, capaz de alterar un partido desde una sola jugada. Los Browns son el cuarto equipo que menos yardas por jugada permite (4.7), y en EPA defensivo por jugada están entre los cinco mejores. Eso significa que, aunque ofensivamente tengan limitaciones, son capaces de mantener los encuentros cerrados y sobrevivir en duelos de baja anotación.
El guion táctico parece claro: Pittsburgh intentará establecer su juego terrestre temprano, dominar la posesión y desgastar a la defensa rival, mientras Cleveland buscará resistir y esperar que su defensa mantenga el partido al alcance. Si los Steelers logran adelantarse en el marcador, el panorama se oscurece para los Browns, porque Gabriel todavía no ha demostrado capacidad de remontar en contextos de alta presión. En cambio, si Cleveland logra frenar las primeras embestidas y mantener el marcador parejo hasta el último cuarto, su defensa podría encontrar una jugada salvadora.
El segundo partido de esta previa, entre 49ers y Buccaneers, ofrece una narrativa completamente distinta. Aquí no hay olor a acero, sino velocidad, esquemas ofensivos sofisticados y quarterbacks en buen momento de forma, aunque uno de ellos sea el que comenzó el curso como quarterback suplente. Ambos equipos llegan con marca de 4–1, pero lo hacen desde trayectorias opuestas: San Francisco, más estructurado, intenta sobrevivir a una ola de lesiones; Tampa Bay, en cambio, se sostiene en el rendimiento brillante de un Baker Mayfield que atraviesa uno de los mejores momentos de su carrera y que, de momento, apunta a ser MVP. El duelo se juega en Florida, donde los Buccaneers se han vuelto peligrosos gracias a su ataque aéreo rejuvenecido y a la capacidad de su quarterback para improvisar.
San Francisco, por su parte, enfrenta el reto de sostener su identidad sin piezas esenciales en las dos partes del campo. La ausencia de Kittle cambia radicalmente la dinámica del sistema de Kyle Shanahan. Kittle no es solo un receptor, es un bloqueador élite y un manipulador de coberturas. Sin él, el porcentaje de jugadas en personal 12 (dos alas cerradas) se reduce drásticamente, lo que obliga a los 49ers a modificar sus alineaciones base y utilizar más formaciones abiertas o sets de backfield con McCaffrey como receptor adicional. Eso puede ser ventajoso si logran aislar a McCaffrey frente a linebackers en cobertura, pero también los expone a defensas más veloces y menos predecibles. Tonges ha dado un paso adelante y ahora parece el mejor recambio posible en la posición de tight end para Shanahan.
A pesar de ello, el ataque de San Francisco sigue siendo peligroso. Mac Jones, quien tomó las riendas con una actuación sólida la semana pasada, y quien parece que pueda volver a ser titular este domingo, ha mostrado buen ritmo en situaciones cortas y también en las del segundo nivel, completando un 67% de sus pases bajo presión, un número que supera ampliamente el promedio de la liga (55%). Su reto será mantener ese nivel ante una defensa de Tampa Bay que, aunque vulnerable en yardas totales, ha sabido generar turnovers en momentos clave. Los Buccaneers promedian 1.8 pérdidas provocadas por partido y tienen una tasa de blitz del 29%, lo que los convierte en una defensa agresiva y dispuesta a arriesgar para forzar errores.
El gran problema de Tampa está en ese lado del balón: su defensa ha permitido 93 puntos en los últimos tres partidos, con una media de 6.1 yardas por jugada. Esa cifra es preocupante para un equipo que aspira a pelear la NFC. Si no consiguen ajustar sus coberturas profundas y mejorar su tackleo en campo abierto, San Francisco puede hacerles daño con rutas cruzadas y screens, el pan de cada día del esquema de Shanahan. McCaffrey, además, continúa siendo una amenaza total. Su capacidad para generar más de 2.6 yardas después del contacto por intento lo convierte en una pesadilla para defensas que fallan en la primera oportunidad.
Por su parte, el ataque de Tampa Bay vive en el filo de la euforia. Baker Mayfield ha jugado con confianza, lanzando con un índice de éxito del 56% en pases intermedios y liderando una ofensiva que promedia 29 puntos por partido en las últimas tres semanas. Sin embargo, la lesión de Bucky Irving reduce la profundidad en el backfield y obliga a depender más de Rachaad White, un corredor versátil pero menos explosivo. Tampa Bay basa su ataque en el equilibrio entre pases tras play-action y rutas verticales, y el dato curioso es que Mayfield está completando el 71% de sus pases en jugadas con engaño de carrera, frente a solo el 62% sin play-action. Si los 49ers logran neutralizar el juego terrestre temprano, forzarán a Mayfield a jugar más estático, donde su efectividad cae de manera notable.
Sin embargo, cuando el partido depende de grandes jugadas, ahí aparece el rookie Emeka Egbuka. Su impacto en el juego de ataque está siendo sensacional. Alinea por todos los spots posibles y es capaz de atacar balones tanto por fuera como por dentro. Cada día deja sensaciones más buenas.
En esta secuencia de arriba, Egbuka comienza alineado como receptor más exterior del lado derecho del ataque, con dos compañeros en esa formación junto a él. Seattle muestra dos safeties profundos, por lo que la jugada vertical parece complicada. Sin embargo, el esquema es bueno, ya que un receptor va a atacar directamente a ese safety para congelarlo y que Egbuka pueda ganar a su espalda. Cuando se inicia el snap, Mayfield lee al otro safety y confirma su lectura pre-snap, por lo que rápidamente gira sus ojos al lado derecho, que es donde quiere ir desde el principio. Egbuka inicia la ruta por dentro del defensor aprovechando el leverage que éste le da. Acelera en profundo y juega lo que parece ser un corte hacia el exterior, pero que en realidad es un fake step para generar separación respecto al cornerback. El route running del rookie es excelente y el safety salta con la ruta al interior del otro receptor, abriendo su espalda a la ruta post de Egbuka. Mayfield pone un balón exquisito y los Buccaneers anotan en una gran jugada de pase.
Desde el punto de vista táctico, el enfrentamiento es un choque de filosofías. Shanahan construye desde el control y la manipulación del espacio; Todd Bowles, entrenador de los Buccaneers, lo hace desde la agresión defensiva y la búsqueda del desequilibrio. El partido podría definirse por quién logre imponer su ritmo. Si San Francisco consigue largas series sostenidas, mezclando carreras y pases cortos, podrá mantener a la ofensiva de Tampa en la banca y controlar el reloj. Si, en cambio, los Buccaneers abren el marcador temprano con una jugada explosiva —y las suelen tener—, obligarán a los 49ers a salir de su plan conservador y depender más del brazo de Jones, algo que no les conviene tanto si no recuperan jugadores esta semana.
San Francisco ha permitido solo 19.6 puntos por partido y su defensa se ubica entre las diez mejores de la liga en DVOA, mientras Tampa Bay se sitúa en la mitad inferior en esa categoría. Pero los números no cuentan toda la historia: los Buccaneers han mostrado capacidad para responder en momentos críticos. Su eficiencia en red zone (70% de touchdowns por visita) está entre las tres mejores de la NFL. El margen será pequeño, probablemente tengamos un partido ajustado hasta los últimos segundos, y la diferencia la marcará la ejecución situacional en los minutos finales.
Detroit llega a su choque ante los Chiefs con el momentum de un equipo que ha sabido levantarse tras el tropiezo de la primera semana, y con muchas piezas afinadas para intentar sorprender al que era uno de los favoritos de la AFC, y que vienen de cosechar una dura derrota frente a los Jaguars en el clásico de los lunes. Los Detroit Lions han encarrilado su campaña con brío. La temporada los ubica con récord de 4–1 y como líderes momentáneos de la NFC Norte, un reflejo de lo bien que han encajado sus piezas en ofensiva, defensa y gestión de juego.
Una de las claves del éxito reciente ha sido la protección al quarterback: en las últimas tres semanas, la línea ofensiva de Detroit no permitió ni un solo sack, algo que no se veía desde que la estadística empezó a registrarse en 1982. Dan Campbell destacó tres claves que lo hicieron posible: la sinergia de la línea ofensiva, la movilidad de Jared Goff dentro del pocket y la rapidez del pasador en encontrar pases para sus receptores dado el buen esquema empleado por Morton, su coordinador ofensivo. Goff, de hecho, ha mostrado que puede mantener el control del ritmo ofensivo, ya que las estadísticas del equipo lo reflejan como líder claro en pases completos (929 yardas hasta ahora), con Amon-Ra St. Brown como su receptor preferido. En el terreno terrestre, Jahmyr Gibbs ha contribuido con dinamismo y equilibrio al ataque, aunque Detroit no depende únicamente de él para mover la ofensiva por tierra. Además, y dada la amenaza por tierra de estos Lions, estamos viendo cómo las formaciones con dos tight ends generan muchas yardas de pase, sobre todo con Sam Laporta, como veis en la secuencia de abajo.
Podemos ver cómo los Lions alinean con los dos tight ends pegados a la izquierda de la línea ofensiva, y con un receptor abierto a cada lado. Antes del snap, Williams se mueve para dentro y Goff reconoce la Cover 1 de los Bengals. Se inicia la jugada y Laporta sale de la línea ofensiva para jugar una ruta al exterior, donde va a tener mucho espacio, ya que Williams arrastra a su defensor con la ruta vertical. Laporta gana desde el inicio siendo muy físico y jugando con contacto en las primeras yardas, y Goff lo lee todo a la perfección con la ayuda de una magnífica protección contra el pase.
En el otro lado del balón, la defensa ha alternado momentos de solidez con lapsos vulnerables, algo normal en los equipos que apuntan alto pero necesitan pulir detalles de consistencia. El margen de diferencial de balón (turnover ratio) ha sido favorable hasta el momento (+4) para Detroit, una cifra que habla de control y buen juicio en situaciones críticas. Sin embargo, las lesiones vuelven a aparecer en un conjunto que sufrió muchísimo al final de la temporada pasada. Sus dos cornerbacks titulares estarán fuera por tiempo indefinido, por lo que su front-7 deberá seguir imponiéndose en las trincheras para hacer que secundaria no sufra más de la cuenta.
Por su parte, Kansas City está mostrando otro nivel ofensivo desde la vuelta de Worthy. Ahora vemos un ataque mucho más reconocible que aúna el juego corto y rápido para estirar a la defensa horizontalmente y fases en las que Mahomes busca la zona profunda con Thornton. Su línea ofensiva está jugando cada vez mejor y Mahomes empieza a estar más cómodo desde el pocket, sin renunciar a esos scrambles los cuales le generan al equipo una gran cantidad de primeros downs
Sin embargo, los Chiefs también arrastran problemas, especialmente en equipos especiales: Harrison Butker ha tenido varios fallos de pateo en esta campaña, un asunto sensible cuando los partidos se deciden por pequeños márgenes. O con algunas penalizaciones en los retornos que afectan mucho a las posiciones de juego cuando el ataque vuelve al campo. El pasado lunes, dos penalizaciones así, dañaron muchísimo las posibilidades de victoria.
En defensa, Kansas City sigue mostrándose como un conjunto peligroso capaz de generar turnovers en el rival, aunque con menos eficacia en la presión con solo los cuatro de la línea defensiva. Chris Jones no está teniendo un buen año y Spagnuolo no da con la tecla para alterar a la ofensiva rival en el pass-rush.
Para Detroit, el guion ideal pasa por imponer su ataque como pilar principal. Si Goff puede manejar el pocket con soltura, cumplir con la protección que han alcanzado en estas semanas y distribuir a sus receptores con equilibrio y timing, tendrán oportunidades para romper la defensa de Kansas City y poner puntos en el marcador. También será vital controlar los errores —turnovers, penalties en momentos críticos—, ya que esos detalles con un rival de la talla de los Chiefs se pagan caro. Los Chiefs juegan en casa y tendrán un plus extra de motivación después de la derrota del pasado lunes. El ataque funciona mejor y ahora sí son capaces de mantener un tiroteo para llegar con opciones al final, aunque es cierto que se les ve algo más “humanos” que antaño.
Personalmente, veo un partido cerrado, con momentos explosivos en ambos lados del campo, pero definido por detalles. Si Detroit logra mantener el control de juego y no deja que Mahomes consiga big plays, podrían llevar el partido a donde ellos quieren. Para mí, este es el partido de la semana, siendo un encuentro que puede dejar muy tocado a los Chiefs en caso de derrota. Aunque nunca debamos enterrar al auténtico terror de la liga estos últimos años.