La semana 16 de la NFL suele ser el punto exacto en el que la temporada regular deja de ser un proceso largo y se convierte en una cuenta regresiva. Los márgenes se estrechan, las decisiones tácticas pesan más y cada snap tiene un valor que ya no se mide solo en yardas o puntos, sino en probabilidades de playoffs. En ese contexto, los duelos Seahawks vs Rams, Lions vs Steelers y Ravens vs Patriots condensan buena parte de las narrativas más relevantes del tramo final: rivalidades divisionales con estilos opuestos, equipos en plena afirmación de identidad y otros que viven en el límite entre la reinvención y la supervivencia. Vamos con la previa de esta semana apasionante de football.
Seattle y Los Ángeles llegan a su enfrentamiento con la familiar sensación de que, más allá del récord, este partido define jerarquías internas en la NFC Oeste. Seahawks y Rams han construido sus proyectos recientes desde filosofías muy distintas, pero convergen en una misma idea: la flexibilidad ofensiva como respuesta a una liga cada vez más orientada a castigar cualquier rigidez esquemática. Seattle ha evolucionado hacia un ataque que prioriza la eficiencia sobre la explosividad constante. Su tasa de éxito en primeros downs, especialmente en situaciones de pase corto y medio, refleja una ofensiva que entiende el valor de mantenerse “on schedule”. El uso de formaciones con dos alas cerradas y motion previo al snap no es decorativo: busca identificar coberturas, forzar ajustes defensivos y generar emparejamientos favorables para sus receptores interiores.
Defensivamente, los Seahawks son una roca. Ya no dependen del volumen de turnovers como en otras épocas, sino de limitar jugadas explosivas. Su defensa contra el pase ha mostrado una tendencia clara a cerrar el centro del campo con coberturas tipo quarters y match, aceptando yardas cortas por fuera, pero reduciendo el EPA permitido en pases profundos. Mike McDonald, su head coach, genera mucha presión cambiando sus fronts justo antes de iniciarse la jugada, y la línea defensiva, comandada por Byron Murphy, Leo Williams o Nwosu son un peligro constante para los quarterbacks rivales.
Contra los Rams, esto es clave, porque el ataque de Sean McVay se ha especializado en estresar las reglas defensivas con conceptos de play-action que atacan precisamente los espacios intermedios. Los Rams siguen siendo uno de los equipos más eficientes de la liga cuando logran establecer el engaño de carrera, no tanto por el volumen de yardas terrestres, sino por cómo ese compromiso obliga a los linebackers a dar medio paso adelante.
Arriba vemos una de las acciones más clásicas en los esquemas de Sean McVay. Los Rams forman con dos tight ends y dos wide receiver, más el running back que está alineado detrás del quarterback. Cuando se inicia el snap, uno de los tight end se queda bloqueando y el otro sale en ruta atravesando el gap B. El play action, y esa ruta del tight end, mantienen a los dos linebackers congelados, mientras que los dos receptores en el exterior salen en ruta vertical. Con los dos linebackers dejando su espalda libre, el receptor de la derecha del ataque estira al safety con su ruta vertical, sin embargo, frena y hace un corte al interior para aprovechar todo el espacio que se ha generado. Stafford pone un buen lanzamiento y los Rams consiguen una gran ganancia de yardas.
El duelo táctico se centra en si Seattle puede defender el play-action sin sacrificar demasiados recursos en la caja. Cuando los Seahawks logran mantener dos safeties profundos y aun así cerrar bien los gaps interiores, su defensa mejora notablemente en términos de EPA por jugada. Pero eso exige disciplina casi perfecta de los linebackers, algo que los Rams buscan romper con formaciones condensadas y rutas cruzadas que generan tráfico. Además, Kyren Williams y Blake Corum están en el mejor momento de la temporada y son capaces de acarrear el juego de ataque durante las primeras 80 yardas, pero también de anotar en las últimas 20.
En ataque, Seattle sabe que la defensa de los Rams, aunque agresiva, sufre cuando debe defender series largas. La presión individual sigue siendo el motor del pass rush angelino, pero cuando el rival consigue neutralizarla con juego rápido y protección deslizante, la secundaria queda expuesta en terceras oportunidades. El pasado domingo, Goff y los Lions fueron capaces de dominar en el juego de pase, algo que intentará copiar Klint Kubiak y Sam Darnold.
Este partido, como muchos entre estos dos equipos, probablemente se decida en detalles invisibles en el box score tradicional. La eficiencia en tercer down, el porcentaje de jugadas explosivas permitidas y la capacidad de cada ofensiva para convertir drives largos en touchdowns en lugar de field goals inclinarán la balanza. En un contexto de semana 16, eso equivale a decir que la ejecución bajo presión será más determinante que el talento bruto.
El Lions-Steelers presenta un contraste estilístico casi clásico, una especie de choque entre dos formas distintas de entender el control del partido. Detroit ha construido su identidad desde las trincheras, con una línea ofensiva dominante que no solo protege bien al quarterback, sino que impone condiciones en el juego terrestre. Los Lions no corren por inercia; corren para dictar ritmo y estructura defensiva. Su éxito en primeros downs les permite mantenerse lejos de situaciones obvias de pase, lo que eleva de forma significativa su eficiencia global medida en EPA por drive. Además, su uso de personal pesado combinado con formaciones abiertas obliga a las defensas a mostrar sus intenciones, facilitando lecturas pre-snap.
La defensa de Pittsburgh, por su parte, vive en un delicado equilibrio entre agresividad y riesgo. Los Steelers siguen siendo uno de los equipos que más presión genera sin necesidad de blitz pesado, apoyándose en el talento individual de su front. Sin embargo, esa agresividad puede ser un arma de doble filo contra un ataque como el de Detroit, que castiga con paciencia los huecos que deja una defensa demasiado ansiosa. A esto hay que sumarle la baja de TJ Watt, que puede ser decisiva a la hora de poner problemas y de sacar de su plataforma de pase a Jared Goff. Cuando los Lions consiguen neutralizar el pass rush con protección máxima y rutas con buen timing, su tasa de éxito en pases intermedios aumenta de forma notable, especialmente atacando las zonas detrás de los linebackers.
Ofensivamente, Pittsburgh ha sido irregular, pero ha ido encontrando la manera de poner los puntos necesarios para tener opciones de ganar en casi cualquier partido. Su enfoque ha evolucionado hacia un ataque que busca minimizar errores, incluso a costa de reducir la explosividad. La clave está en cómo gestionan las situaciones de tercer down largo. Cuando los Steelers se ven obligados a lanzar en desventaja, su EPA por jugada cae de manera pronunciada, en gran parte por problemas de separación en rutas largas y por una protección que sufre contra fronts físicos. Ante estos problemas, Aaron Rodgers está siendo capaz de sacar petróleo por su lectura de las defensas pre-snap y por su calidad de brazo, aún bastante evidente cuando más lo necesita su equipo.
En la secuencia de arriba, Aaron Rodgers va a mover al running back para colocarlo junto al tackle izquierdo, y esto hace que la defensa se mueva, dejando a un solo safety profundo y balanceado hacia donde están los tres receptores del lado derecho del ataque. Rodgers ya sabe que los Ravens van a estar en individual y con solo un hombre protegiendo la zona profunda. Antes del snap, Rodgers le dice al running back que haga un pequeño chip al edge rusher de ese lado para ralentizar la presión y tener un segundo extra dentro del pocket. El quarterback recibe el balón, se asegura que el safety esté en individual con el running back y pone un excelente balón a la ruta vertical de Calvin Austin, quien está jugando en uno contra uno con todo ese lado liberado de jugadores.
Este enfrentamiento se define por quién logra imponer su guion. Si Detroit consigue jugar desde adelante, su ofensiva se vuelve extremadamente difícil de detener, no tanto por volumen de puntos, sino por cómo consume reloj y limita posesiones. Si Pittsburgh logra mantener el partido cerrado y llevarlo a una dinámica de pocas posesiones, su defensa tiene la capacidad de inclinar la balanza con una o dos jugadas donde fuercen el turnover y consigan darle al ataque buenas posiciones de campo. En semana 16, ese tipo de escenarios adquieren un peso emocional enorme, porque cada error se amplifica.
Para acabar esta previa, traigo un partido que aparenta ser sensacional, tanto por el talento de sus quarterbacks como por la necesidad de victoria de ambas franquicias. El Ravens-Patriots es, en muchos sentidos, un duelo de filosofías opuestas en diferentes momentos de madurez. Baltimore ha consolidado un ataque que gira alrededor de la multiplicidad y la amenaza constante del quarterback como corredor. No se trata solo de yardas por tierra, sino de cómo esa amenaza distorsiona la geometría defensiva. Los Ravens lideran la liga en conceptos de lectura y option, y su eficiencia en esas jugadas se refleja en un EPA positivo incluso cuando las ganancias no son espectaculares. El simple hecho de forzar a la defensa a respetar al quarterback abre ventanas en el juego aéreo que otros equipos no tienen. Sin embargo, los problemas físicos que ha ido arrastrando Lamar Jackson han limitado muchísimo que el juego de carrera sea así de eficiente durante gran parte de los encuentros. Siempre aparecen jugadas explosivas por parte de Derrick Henry, pero de manera muy irregular y poco sostenido. Esto provoca que haya bastantes terceros downs largos, donde la línea ofensiva se está mostrando demasiado vulnerable.
Defensivamente, Baltimore combina agresividad y versatilidad. Su capacidad para disfrazar coberturas y enviar presión desde ángulos inesperados complica a quarterbacks que dependen de lecturas predefinidas. Los Patriots, en ataque, han tenido dificultades precisamente en ese aspecto. Su ofensiva ha mostrado problemas para generar jugadas explosivas y depende en exceso de la ejecución perfecta de su quarterback. El pasado domingo, en los dos últimos cuartos, la magia de Drake Maye desapareció y los Patriots no pudieron mantener el ritmo anotador adecuado para parar el torbellino que es Josh Allen cuando entra. Cuando se enfrentan a defensas que alteran el cuadro post-snap, su eficiencia cae de manera significativa, especialmente en terceros downs.
Sin embargo, New England sigue siendo un equipo tácticamente disciplinado. Su defensa, aunque no tan dominante como en otras épocas, se caracteriza por eliminar la mejor arma del rival. Contra Baltimore, eso plantea un desafío casi filosófico: ¿cómo quitarle algo a un ataque cuyo valor está en la suma de sus amenazas? Los Patriots probablemente opten por un enfoque conservador, priorizando mantener el balón frente a ellos y evitar grandes jugadas, aunque eso implique ceder yardas. El problema es que Baltimore es uno de los equipos más eficientes de la liga en la zona roja, gracias a su capacidad para convertir ventajas numéricas en touchdowns.
En el vídeo de arriba tenemos una de esas jugadas en donde Lamar Jackson muestra todo el peligro que puede generar en la red zone con un scramble que acaba en touchdown. Aunque la jugada es de pase, al no encontrar un receptor abierto, el quarterback es lo suficientemente veloz y explosivo como para anotar sin que nadie se acerque a él.
Este partido también se juega en el terreno de la gestión del partido. Los Ravens suelen maximizar cada posesión, mientras que los Patriots necesitan mantener el marcador bajo para tener opciones reales. En términos de estadística avanzada, la diferencia en EPA por drive y en tasa de touchdowns en la zona roja es un indicador claro de la brecha entre ambos proyectos en este punto de la temporada. Pero la NFL rara vez es lineal, y partidos como este a menudo se definen por una secuencia crítica: un cuarto down, un turnover forzado o una decisión conservadora que se vuelve demasiado costosa.
En conjunto, estos tres partidos encapsulan lo que hace única a la semana 16. No se trata solo de talento o de esquemas, sino de la capacidad de cada equipo para ejecutar su identidad cuando el margen de error es mínimo. Seahawks y Rams pelean por el control de su división a través de ajustes tácticos finos. Lions y Steelers representan la lucha entre imposición física y resistencia defensiva. Ravens y Patriots enfrentan presente y pasado, innovación y disciplina. Cada uno, a su manera, ofrece una lección sobre cómo se gana, o se pierde, en el tramo más exigente de la temporada NFL.