La Semana 15 llega en un punto crítico de la temporada, cuando cada ajuste marginal puede significar la diferencia entre seguir respirando opciones de postemporada o quedar definitivamente rezagado. Con este telón de fondo, la jornada nos ofrece tres encuentros que no solo destacan por la historia entre las franquicias, sino por los matices tácticos que los rodean. En Foxboro se cruzan unos New England Patriots en plena reconstrucción con unos Buffalo Bills urgidos de constancia. En Arrowhead, los Kansas City Chiefs reciben a unos Chargers que persisten en su intento de romper la monotonía que los ha condenado durante años. Finalmente, en Los Angeles, los Rams intentarán escapar de la trampa que suelen representar estos Lions en el cierre de campaña. Cada uno de estos partidos ofrece ventanas al futuro inmediato de la liga. El football de diciembre no se trata solo de talento: se trata de ajustes microtácticos, de eficiencia en down temprano, de manipular coberturas, de gestionar ritmos ofensivos y de atacar la debilidad estructural del rival antes de que este pueda corregirla a tiempo. Por eso la previa adquiere un sabor aún más técnico, un valor agregado para descifrar qué esperar cuando el balón esté en el aire.
El primer encuentro enfrenta a los New England Patriots contra los Buffalo Bills, un duelo divisional que exterioriza el contraste entre un proyecto en reconstrucción y otro que se encuentra en ese punto exacto entre urgencia y oportunidad. La temporada de New England ha sido una suerte de laboratorio ofensivo, un intento continuo por descubrir una identidad que se ha afianzado con la aparición de una nueva estrella en el puesto de quarterback, una línea ofensiva que puede sufrir con las lesiones recientes y con una falta clara de estrellas en el puesto del receptor, pero que aguanta por el buen hacer global del equipo. A nivel avanzado, los Patriots han mostrado una de las tasas más bajas de EPA por jugada ofensiva en la liga, especialmente en early downs, donde su previsibilidad ha permitido a las defensas rivales poblar la caja sin temor a sufrir castigos profundos. Su éxito terrestre, tradicional bastión, ha caído por debajo del promedio en métricas como success rate y yardas después del contacto, en parte porque la línea ofensiva ha presentado dificultades para generar ángulos limpios en esquemas zonales y porque los defensivos rivales han podido disparar linebackers sin riesgo táctico, algo que empieza aprovechar Drake Maye para buscar receptores en esas zonas medias.
Lo más interesante de New England no está en su ataque, sino en una defensa que ha mantenido componentes estructurales dignos de análisis. A pesar de la falta de profundidad en el edge, los Patriots conservan disciplina en su front, comprometiendo la menor cantidad posible de recursos para detener el juego terrestre y priorizando coberturas pattern-match en la zona intermedia del campo. Aunque no cuentan con el personal de años anteriores, siguen siendo eficientes en situaciones de tercero y medio o largo, particularmente porque su tasa de éxito en cobertura man-match contra rutas intermedias sigue en la parte media-alta de la liga. En el papel, esta estructura debería entrar en tensión constante contra un ataque de Buffalo que se mueve al compás de la variabilidad creativa de Josh Allen.
En el vídeo de arriba, podéis ver el touchdown de carrera de Josh Allen del pasado domingo frente a los Bengals. Cincinnati intenta meter mucha gente en la presión, cayendo en hombre a hombre con su secundaria. Allen encuentra el pasillo para salir del pocket y su capacidad atlética le da la facilidad para llegar hasta la zona de anotación aprovechando que la defensa le está dando la espalda, ya que cada jugador de secundaria está persiguiendo las rutas de los receptores.
Los Bills llegan envueltos en la narrativa habitual de un equipo con enorme potencial y una ejecución inconsistente. Su EPA ofensivo sigue entre los más altos de la liga, pero las oscilaciones dentro de los propios partidos, así como la dependencia de escenarios de juego fuera de estructura, crean un dilema táctico recurrente. Buffalo ha intentado estabilizar su ataque volviendo a incorporar un porcentaje mayor de under center y conceptos de play-action que faciliten lecturas rápidas para Allen, reduciendo el riesgo inherente del scramble. Sin embargo, la tendencia del quarterback a extender jugadas, aunque es una virtud creativa, también genera ventanas de oportunidad para defensas con buena disciplina en contención exterior, precisamente el tipo de estructura que New England todavía puede ofrecer.
La clave estratégica del duelo radica en las zonas intermedias del campo. Buffalo se ha convertido en uno de los equipos más eficientes atacando áreas entre los números, especialmente en rutas dig que se benefician del brazo de Allen y del uso de formaciones compactas que obligan a los defensores a navegar en tráfico. No obstante, New England ha respondido bien a conceptos que buscan manipular la zona hook-curl, en gran parte gracias a la técnica de sus linebackers, que suelen mantener profundidad óptima evitando quedar atrapados en los conflictos del high-low. Si los Patriots logran forzar a los Bills a progresar lentamente por el campo, reduciendo la explosividad, aumentarán la probabilidad de errores no forzados o penalizaciones que históricamente han frenado los drives de Buffalo.
Del otro lado, será fundamental observar si la defensa de los Bills, cuya estructura ha sufrido altibajos por lesiones en el front seven, puede aprovecharse de una ofensiva de New England que presenta una de las tasas más altas de presión permitida en dropbacks de pase. Buffalo sigue entre los mejores equipos en tasa de victorias individuales de rush interior, una métrica crucial cuando se enfrenta a un conjunto cuya protección colapsa principalmente por guardias y centro. La presión interior es la más disruptiva para quarterbacks jóvenes o en desarrollo, pues elimina los anclajes de paso y obliga a lecturas aceleradas. Todo indica que New England volverá a sufrir si no consigue generar ritmo temprano con el juego terrestre ni establecer conceptos rápidos de timing que eviten la presión inmediata.
Si el partido se mantiene cerrado, New England tiene oportunidad de convertirlo en un encuentro de baja anotación donde la ejecución situacional cobre mayor importancia que el talento puro. Pero si Buffalo impone su explosividad desde temprano, la estructura ofensiva de los Patriots puede sufrir. En un diciembre donde cada victoria pesa doble, los Bills no pueden permitirse otra actuación errática, porque los dejaría fuera de la lucha por la división y los forzaría a jugar fuera de casa todos los playoffs.
Llega el momento más crítico de la época Reid-Mahomes en Kansas City. Ahora mismo, se encuentran sin posibilidades de ganar la división y a dos partidos de los playoffs. Sus posibilidades de jugar en post temporada se reducen al 13% y cualquier derrota los dejaría fuera. Si esto nos lo cuentan hace dos meses, nadie se lo hubiera creído.
Kansas City atraviesa una temporada atípica en la era Mahomes, una campaña marcada por inconsistencia en el cuerpo de receptores y un descenso claro en su capacidad de estresar verticalmente a las defensas rivales. Sin embargo, su estructura ofensiva mantiene características fundamentales: creatividad pre-snap, uso de motion para manipular leverage defensivo, y una capacidad notable para generar yardas después de la recepción gracias a la arquitectura de rutas más que a la separación individual.
La ofensiva de Kansas City ha incorporado un mayor porcentaje de jugadas diseñadas para navegar el tráfico interior, especialmente slants y crossers que buscan convertir rutas cortas en explosivas mediante spacing y ángulos favorables. Aun así, la tasa de drops se mantiene entre las más altas de la liga, una estadística que afecta directamente el EPA y que ha obligado a Mahomes a trabajar más desde estructura, reduciendo su impacto en situaciones fuera de guion. Curiosamente, los Chiefs han encontrado estabilidad relativa en su juego terrestre, donde el aumento de eficiencia en outside zone y la mejora de su línea en combos al segundo nivel los ha ubicado en la parte alta de la liga en success rate por tierra. Esta evolución podría ser determinante ante unos Chargers cuya defensa ha sufrido recurrentemente para sellar los bordes en el juego terrestre y cuyas carencias en pursuit han permitido ganancias explosivas en jugadas que, en teoría, deberían ser de contención.
El panorama defensivo de los Chargers presenta una dicotomía evidente. Han mostrado flashes de excelencia táctica, con esquemas de cobertura versátiles capaces de disimular intenciones pre-snap y rotar a posturas de single-high o quarters según la ruta después del snap, llevándose a líneas defensivos a caer en cobertura de pase mientras jugadores de segunda y tercera línea van al blitz, creando confusión en el pasador.
En la secuencia de arriba, vemos una situación donde el coordinador de defensa, Jesse Minter, mueve a sus jugadores después del snap para provocar el error en el pasador. Antes del snap, los Chargers forman con cuatro hombres en la línea defensiva y con dos posibles amenazas en el blitz. Cuando se inicia la jugada, los dos defensores del segundo nivel atacan al quarterback y son tres jugadores de la DL quienes también van a la presión, cayendo Da’Shawn Hand al agujero de la Cover 0. Todos los de secundaria están en individual y es Hand el encargado de tapar cualquier ruta cruzada en el medio. El tackle defensivo mira a su izquierda para leer la ruta interior del receptor y vuelve sus ojos al quarterback para conseguir la interceptación una vez que el balón ronda su zona.
Sin embargo, la ejecución de la secundaria en algunas fases de los partidos, por parte de los Chargers, ha sido irregular, y su defensa profunda ha permitido una tasa alta de completos en ventanas intermedias, un área que Kansas City puede explotar con Worthy o Brown. Además, la falta de presión consistente en terceros downs ha generado situaciones donde la cobertura se descompone por la prolongación de jugadas. Contra Mahomes, esto es una receta para el desastre.
Ofensivamente, los Chargers continúan intentando maximizar las virtudes de su quarterback, pero la inestabilidad en su línea ofensiva ha limitado el potencial explosivo del equipo. El EPA por pase ha caído sostenidamente desde las primeras semanas, en parte debido a la necesidad creciente de lanzar desde situaciones desfavorables de down y distancia. La ofensiva se ha vuelto más previsible, reduciendo el uso de conceptos de verticalidad y recurriendo con mayor frecuencia a rutas aisladas que no generan ventaja estructural contra defensas inteligentes como puede ser la de Kansas City. Omarion Hampton dejó buenas sensaciones en su vuelta a los terrenos de juego el pasado lunes y eso es una noticia excelente para Herbert. El quarterback de los Chargers sufrió un castigo descomunal frente a los Eagles y, si esto se sigue repitiendo, es muy probable que no acabe la temporada.
La defensa de los Chiefs, por su parte, vive uno de sus mejores momentos en la era reciente. El descenso del peso ofensivo ha obligado a Kansas City a apoyarse más que nunca en una unidad defensiva que se ha consolidado como una de las más disciplinadas y eficientes en la liga. Se encuentran entre los mejores equipos en presión generada sin necesidad de blitz, lo que les permite conservar recursos en cobertura y ejecutar esquemas híbridos. Su EPA defensivo en terceros downs está entre los más altos de la liga, indicador de que su capacidad de cerrar drives es más estable que en temporadas anteriores.
El duelo clave será la presión interior de Kansas City contra la línea ofensiva de Los Ángeles. Si los Chiefs logran colapsar el pocket desde dentro, se limitará la capacidad de Herbert de lanzar en timing, empujándolo hacia lecturas tardías donde la defensa de Kansas City suele cazar errores. Los Chargers, por su parte, deberán apoyarse en un ritmo ofensivo más balanceado, con un uso disciplinado del juego terrestre y conceptos de play-action que permitan atacar el borde exterior de las coberturas. Sin embargo, esta estrategia requiere consistencia, un rasgo que el equipo angelino no ha mostrado con regularidad.
Es la última bala para los Chiefs de Andy Reid. Una temporada fuera de playoffs es un fracaso para una franquicia que se ha instalado en la excelencia, que ha marcado una época y que los ha señalado como dinastía. Están contra las cuerdas, y van a vender cara su cabellera. Los Chargers pueden ser los que claven el último clavo en su ataúd.
El tercer encuentro presenta un choque altamente atractivo entre los Los Angeles Rams y los Detroit Lions, dos equipos que, aunque diferentes en construcción, comparten una interesante combinación de explosividad ofensiva y vulnerabilidades defensivas que suelen crear partidos de alto dinamismo. Los Rams han renacido gracias a la reinvención ofensiva dirigida por Sean McVay, quien ha logrado adaptar sus conceptos de siempre –motions, play-action, formación condensada y rutas cruzadas profundas– a las características del personal actual. El equipo ha escalado en EPA por pase y ha aumentado su eficiencia en jugadas de play-action, donde la manipulación de los linebackers rivales se vuelve un recurso indispensable para abrir ventanas intermedias.
Una de las claves del ataque de los Rams es su habilidad para crear separación mediante diseño más que por atletismo puro. Los conceptos de bunch y stacks siguen siendo centrales, generando tráfico natural que favorece rutas intermedias y aprovechando las lecturas de high-low que hacen del ataque una máquina eficiente en ritmo. Además, el resurgir del juego terrestre ha multiplicado las posibilidades ofensivas. Los Rams se encuentran en la parte alta de la liga en éxito en outside zone, y su línea ofensiva ha mostrado sincronía notable en reach blocks y combos al segundo nivel, abriendo espacios que otros equipos no han encontrado con la misma regularidad. Blake Corum empieza a ser una pieza clave en este aumento de eficiencia en el juego de carrera, ya sea por fuera o por dentro.
En la imagen de arriba, tenemos a Corum con una carrera de 17 yardas el pasado domingo frente a Cardinals. Los Rams forman con personal 13, y sitúa a sus tres tight ends en el lado izquierdo de la línea ofensiva. Cuando se inicia el snap, los tres se quedan a bloquear ayudando a que el center pueda subir al segundo nivel para bloquear a un linebacker. Los dos guards juegan un fantástico reach block y provocan que se abra una autopista por el medio para Corum.
Del otro lado, el EPA ofensivo de Detroit ha sido uno de los más estables de la liga, con una marcada identidad en los primeros downs donde priorizan eficiencia por encima de espectacularidad. El juego terrestre no solo sirve para mantener honestas a las defensas, sino que actúa como un generador táctico que habilita play-action, ataques intermedios y rutas de doble movimiento en el perímetro. Detroit ha sido particularmente efectivo atacando la zona media del campo, gracias a combinaciones de rutas bien sincronizadas y a la habilidad de su quarterback para identificar ventajas pre-snap y confirmarlo post-snap sin perder ritmo. Aun con esto, y con Goff jugando un nivel menor, la explosión de Jahmyr Gibbs como el mejor running back de la liga, hace que todo el juego ofensivo dependa de su capacidad para hacer que las defensas rivales colapsen la caja y se abra más el juego de pase. Sin embargo, los de Dan Campbell están mostrando muchos más problemas en red zone de los que nos tenían acostumbrados en años anteriores. La facilidad para encontrar receptores abiertos, en estas situaciones tan cortas de campo, parece haberse esfumado un poco con la marcha de Ben Johnson.
En defensa, ambos equipos pueden mostrar grietas relevantes. Los Rams han conseguido ser un equipo que genera presión con su front y de ser oportunista para forzar errores (Landman se ha convertido en uno de los mejores linebackers de toda la liga), pero su secundaria, aunque disciplinada, ha cedido jugadas explosivas cuando se ve obligada a defender demasiado tiempo. Detroit, por su parte, presenta una defensa que alterna momentos de agresividad con fallas en cobertura profunda y dificultades para cerrar la puerta en terceros downs, un aspecto preocupante cuando se enfrenta a un ataque como el de los Rams que vive de extender drives mediante rutas intermedias.
Tácticamente, este duelo podría convertirse en un intercambio ofensivo, donde el ganador será aquel que consiga dos o tres stops clave. Para los Rams, será fundamental establecer de inmediato el juego terrestre y obligar a Detroit a caer en estructuras de single-high, donde las rutas profundas y los crossers de McVay pueden causar daños significativos. Para los Lions, la clave estará en atacar consistentemente los bordes defensivos de los Rams y en utilizar motion para forzar a los defensivos a declarar su cobertura antes del snap.
Al margen de los nombres y los récords, lo que define estos tres encuentros es el valor de los pequeños detalles tácticos en un mes donde cada error se amplifica. Los partidos divisionales añaden tensión emocional, mientras que los duelos interconferencias con implicaciones directas en las posiciones de playoffs se convierten en una lucha entre filosofías ofensivas y ajustes defensivos milimétricos. Semana 15 es, en muchos sentidos, el preludio de enero: un escenario donde se filtran los aspirantes reales de los pasajeros ocasionales. Cuando el ovoide vuele, la batalla será mucho más que un resultado: será un reflejo de meses de evolución, adaptación y resistencia. Una semana donde cada jugada es un examen y cada ajuste, una declaración de intenciones.