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Episodio 1: Better call Justin

Qué joya cuando Jimmy McGill explica que el origen de su nuevo nombre viene de la contracción de It’s all good, Man (todo está bien, hombre). Cuando recibió la invitación a Breaking Bad, Bob Odenkirk dudó en decir que sí. Tenía 46 años y estaba en la quiebra. Probando en la dirección, tras una discreta carrera como guionista y comediante. Había pedido un préstamo de 900 mil dólares, estaba decepcionado por perder el papel de Michael Scott contra Steve Carrell y Saul Goodman solo estaba contemplado para tener tres participaciones en la serie. El programa no terminaba de despegar con la primera temporada y Bob dudaba que fuera cancelada. Por suerte llamó a Reid Harrison, colega guionista, y éste le dijo que colgara al instante para llamar a Vince Gilligan y le dijera que sí, porque era la mejor serie de la historia.

En una serie como Breaking Bad compartir el foco parecía casi imposible. Con un Bryan Cranston monstruoso en una de las curvas de personaje más bellamente trazadas para cualquier serie. Aaron Paul que construyó un Jesse Pinkman inolvidable. Giancarlo Esposito haciendo de Gustavo Fring. Dios, ¿cómo lo logró Bob?

Ahora, acepto que el underdog perfecto para esta historia es Kurt Warner. Cortado en el primer día de prácticas. Tuvo que trabajar en un supermercado y jugar en la Arena Football League. Logró arrancar en la NFL hasta 5 años después, a sus 28. Y sí, la historia de Justin es totalmente diferente. Fue elegido en 1a ronda de Draft. Titular desde el primer año gracias a la fractura de costillas de Tyrod Taylor (y a que el médico le perforó el pulmón cuando quería administrarle un analgésico), de quien valdría hacer una historia como uno de los jugadores con peor suerte en la NFL, un Slippin’ Jimmy en toda la extensión. Pero no queremos comparar a Herbert con el Saul Goodman de Breaking Bad, sino con el de Better Call Saul. Ya reconocido, renombrado, señalado como talentoso por muchos, pero aún a la sombra de Heisenberg y Pinkman.

Para Herbert, el dúo que atrapa los reflectores lo conforman Josh Allen y Patrick Mahomes. Mediáticos. Establecidos. Cada semana ponen números legendarios. Para Josh, casi 300 yardas, 3 TDs aéreos, 1 TD por tierra y una contundente derrota sobre los campeones reinantes en la semana 1. Para Mahomes 360 yardas y 5 TDs por aire en una victoria sobre unos Cardinals que no pudieron ni meter las manos. Pero Justin Herbert también puso 279 yardas por pase y 3 TDs. Muy cerca de los otros dos. Los Chargers vencieron a un rival divisional en una AFC West que es de lo más competido en la liga.

Hacer Better Call Saul era a la vez una locura y una osadía. Porque Breaking Bad parecía de esas series a las que ya no debes tocarle nada. Se quedó en 5 temporadas que  eran tan redondas como es posible. No se forzó la trama a pesar del éxito. Venía precedida por El Camino, que no había encontrado una aceptación unánime por parte de la crítica. Desde el 92% de calificación que tiene en Rotten Tomatoes (81% de la audiencia) hasta 6-7 en plataformas como Filmaffinity o IMDb. Una osadía.

Adelantándonos en el tiempo, el éxito de BCS fue brutal. El 98 y 96% de Rotten son una diferencia muy clara. Para algunos supera incluso a Breaking Bad. Es una obra maestra. Pero su reconocimiento no fue inmediato. Incluso por el propio ritmo narrativo y la propuesta, los primeros capítulos son difíciles. Hay que confiar y seguir mirando. Cavar y cavar a ciegas. Pero lo sublime de Better Call Saul se debe también al equipo. La importancia de Mike Ehrmantraut y Kim Wexler es incontrovertible. La vuelta de Giancarlo Esposito. Hasta el magnífico trabajo de Tony Dalton hacia el final de la serie. El mismo caso ocurre para Herb, que por cierto es el apodo que él mismo ha dicho que le gusta.

Es un jugador inmensamente talentoso y prometedor, pero no está solo. Tiene un sólido cuerpo de receptores con Keenan Allen, Mike Williams, Gerald Everett y compañía. Austin Ekeler es un gran RB. Y la defensiva de los Chargers no es de las más sonadas aún, pero es poderosa. Puede ser de lo mejor de la NFL. La pareja que hacen Khalil Mack y Joey Bosa es temible. Hay que darles tiempo… quizás estamos frente al MVP y a uno de los más serios contendientes al Trofeo Lombardi.