La NFL es Estados Unidos. Invertir la oraciĂłn entrega el mismo significado. Estados Unidos es la NFL. Mucho mĂĄs que cualquier otro elemento de la vida cotidiana de este paĂs (como, por ejemplo, la polĂtica), el fĂștbol americano es el conducto por el cual gran parte de la poblaciĂłn elige ser representado.
Si bien esto aplica para todo el territorio norteamericano ây, por supuesto, podemos incluirnos a nosotros dentro de los que compartimos la misma pasiĂłn desde otras latitudes-, hay ciudades en los que el lazo entre equipo y fanaticada es todavĂa mĂĄs poderoso.
Lo que ocurre en Pittsburgh, Pennsylvania, no sucede en ningĂșn otro punto geogrĂĄfico de los Estados Unidos (antes de que me caigan injurias desde el estado de Wisconsin: sĂ, claro, lo mismo se podrĂa decir de Green Bay). Pittsburgh y Green Bay son Football Towns, capital F, capital T. Por hoy, nos vamos a quedar con la ciudad del acero; ya habrĂĄ tiempo para ir a Lambeau Field.

Cuesta entender cĂłmo llegaron los Steelers a su record actual. Antes del inicio de la temporada, un aire de incertidumbre sobrevolaba por el equipo dirigido por Mike Tomlin. El entrenador no habĂa nombrado un QB titular, el schedule era complicado en los papeles y, mĂĄs allĂĄ del talento y la confianza que siempre se depositĂł en la defensa, el consenso general era que los Steelers iban a tener que batallar para lograr otra temporada con mĂĄs victorias que derrotas (como ha sido el caso desde que Tomlin asumiĂł el mando).
Y, de repente, aquĂ estamos. Post Semana 11, Pittsburgh tiene marca de 8-2, una ventaja considerable (aunque no definitiva) en su divisiĂłn (una de las mĂĄs difĂciles de la liga) y hasta puede soñar con el tan codiciado seed 1 en la AFC.
La victoria del Ășltimo domingo, en heinzfield digo Acrisure Stadium, fue un sĂmbolo de todo lo que representan este equipo y esta ciudad. En frente estaba Baltimore Ravens, rival divisional y el gran clĂĄsico que tiene la franquicia desde 1996, cuando los Ravens se mudaron de Cleveland a Baltimore para que nazca uno de los duelos mĂĄs deliciosos para las almas que gozan del football tradicional.
Hay que saber solo dos cosas sobre Steelers-Ravens: siempre se juega igual y nunca, pero nunca, decepciona.
El triunfo ante Ravens, 18-16 con seis goles de campo, una parada notable de la defensiva en el intento de conversiĂłn de 2pts de Baltimore y el acarreo final de Najee Harris para conseguir la yarda decisiva, es un microcosmo de la relaciĂłn entre Pittsburgh y sus Steelers.
En la ciudad asociada a la industria del acero, tiene sentido que el emblema del equipo sea la defensa (el juego férreo y duro) en lugar del ataque. Lo pomposo y brillante no va con la esencia de Pittsburgh, que hizo famosa a la "Steel Curtain" en la década del Ž70.
Un estilo de juego tenaz e imponente, con mucho tackleo y presiĂłn sobre los rivales, es lo que el pĂșblico demanda. Agitando sus Terrible Towels, los fanĂĄticos de amarillo y negro rugen cuando ven salir al campo a TJ Watt y Cam Heyward, la figura del equipo (ademĂĄs de uno de los mejores jugadores de su generaciĂłn) y el lĂder dentro del vestuario (ademĂĄs de un tackle defensivo sĂșper productivo, aĂșn en su temporada nĂșmero 14 como profesional), respectivamente.
La ofensiva hace lo que puede, mientras Russell Wilson se sigue aclimatando a la ciudad y mantiene su invicto (4-0 desde que Tomlin cambiĂł a Justin Fields por Ă©l). ÂżLa conexiĂłn con el electrizante George Pickens estĂĄ ahĂ. Harris y Jaylen Warren aportan desde el juego terrestre. SerĂĄ suficiente para competir en playoffs? Parece difĂcil, pero dar por muerto a los Steelers es un riesgo que no estoy dispuesto a tomar.
Imposible no mencionar a los equipos especiales, liderados por el inigualable Danny Smith, el hombre que mĂĄs chicle ha consumido en la historia de la humanidad (Googleen). Dentro del emparrillado, el pateador Chris Boswell va camino a no tener que abonar dinero por comidas de por vida en Pittsburgh.

Por Ășltimo, cerrando filas estĂĄ el gran general. En 2007, con apenas 35 años, Michael Pettaway Tomlin asumiĂł el rol de entrenador en jefe de Pittsburgh Steelers. 17 temporadas (11 apariciones en playoffs, dos Superbowls disputados y uno ganado) despuĂ©s, Tomlin sigue sin saber lo que es terminar un año con un rĂ©cord negativo.
Tomlin es el ingrediente esencial para que los Steelers no pierdan su esencia ni su vĂnculo con la ciudad. Desde que llegĂł, entendiĂł cĂłmo se deben hacer las cosas en Pittsburgh.
Cuando tuvo plantillas con un mayor estrellato (Big Ben Roethlisberger, Hines Ward, Troy Polamalu, Antonio Brown, etc), fue casi siempre candidato. Cuando dispuso de menos talento, se encargĂł de mantener el barco a flote.
Ahora, con esta mezcla y para sorpresa de todos menos de él, tiene a su equipo bien posicionado para hacer ruido en la postemporada. La ciudad de Pittsburgh se lo agradece, agitando sus toallas negras y amarillas y vibrando por SU equipo, que es lo mismo que vibrar por SU ciudad.




