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Joseph Ossai y el regreso del infierno 

"Extremadamente duro y explosivo". Esas palabras usó el coordinador de la defensa de ese equipo, Lou Anarumo, para justificar que los Bengalíes de Cincinnati seleccionaran al ala defensivo Joseph Ossai en el Draft de la NFL del 2021. En una rueda de prensa, el coach recibía al poderoso jugador de los Longhorns de Texas muy complacido. Alegre, sonriente.

Esa sonrisa mutó en un rictus de dolor, como si le apuñalaran el corazón, dos años más tarde: cuando faltaban nueve segundos para extender el juego a tiempo extra y buscar una victoria en el duelo por el título de la Conferencia Americana. Solo nueve segundos para que los Bengalíes accedieran al Super Bowl que jamás han ganado, ya fuera del campo Ossai atropelló al quarterback Patrick Mahomes. Con sus dos brazos y 115 kilos de peso, sin necesidad alguna embistió al rival como un toro furioso. Mahomes cayó a los pies del pateador de Cincinnati, Drue Chrisman, que miró impávido la escena, mudo ante la acción violenta que su compañero cometía en el momento más inadecuado.

Ossai, quizá consciente de un error que pasaría a la historia, tuvo el reflejo de mostrarse víctima: agarró su rodilla revolcándose, mientras Mahomes volvía al campo como si no lo hubieran rasguñado. El castigo de 15 yardas sirvió para que, con el reloj casi extinguido, el pateador Harrison Butker concretara un gol de campo de 45 yardas y cerrara el triunfo con un 23-20.

Los Jefes de Kansas City al Super Bowl LVII, los Bengalíes a casa.

Ayudado por los médicos de su equipo, Ossai se incorporó. Completamente solo, lagrimeó con su casco viendo al campo, se lo sacó y siguió llorando. Y luego, sentado en la banca, se lo volvió a poner para soltar tantas lágrimas como soltaría un niño devastado por la tragedia.

Al mundo también le dolió el drama Ossai, el chico a quien ser "extremadamente duro y explosivo" le estaba costando muy caro.

¿Quién es ese joven de 23 años que el mundo vio compadecido?

Un sobreviviente de la tragedia. Su cuna son las calles de Ketu, una ciudad de Nigeria a la que la ruina ecológica le ha arrancado sus árboles uno a uno. En un suelo que entremezcla tierra y basura habitado por indigentes, familias miserables y ambulantes que venden plátanos para engañar el hambre de su gente, Joseph creció. En ese rincón de África, con sus tres hermanos y su hermana jugaba futbol soccer: imitaba al ídolo nacional Jay-Jay Okocha y soñaba con acceder a la multicampeón escuadra Enyimba controlando el balón en calles que las lluvias convierten en ríos furiosos de agua negra.

Si a aquel niño le bastaba una pelota para acceder a la felicidad incluso con la panza vacía, a sus padres, Emmanuela y Vittus, la realidad de Nigeria -el segundo país más corrupto y el sexto más poblado del planeta- no le bastaba para sobrevivir. Vittus debió exiliarse en Londres para generar más dinero y enviarlo. Emmanuela, sola con cinco hijos, se quedó en su ciudad abatida por la violencia homicida entre bandas delictivas.

Hacia 2007, la realidad era insostenible. Entonces, una amiga propuso a Emmanuela registrarse en un sistema de migración aleatoria de Estados Unidos: The Diversity Visa Program (DV Lottery). Tal cual, una lotería en la que participan millones de personas cuyos gobiernos carecen en ese país de representación migratoria. Sin darle mucha importancia, Emmanuela se registró, pero con los meses fue olvidando el asunto.

A los dos años, un hombre tocó a su casa.

-¿Usted es la señora Ossai?

-Sí.

- Se ganó la lotería.

-¿Qué? No jugué a la lotería, ¿por qué la ganaría?

El oficial le mostró los datos registrados por el gobierno de Estados Unidos: "es el número de su pasaporte, su nombre, su casa", le dijo.

La familia Ossai, literalmente, se había llevado el premio gordo: eran parte de las 55 mil personas que serían recibidas legalmente. Mamá, papá; Joseph, de 10 años, y sus cuatro hermanos, ya tenían su green card. Viajaron desde Lagos, capital de Nigeria, hasta la ciudad texana de Houston, su nuevo hogar.

Ahí, el pequeño vio futbol americano -deporte del que no sabía ni su existencia- por primera vez en su vida. Hablante de Inglés Nigeriano (lengua con elementos de idiomas locales como Hausa, Igbo y Yoruba) sufrió para adaptarse. "Si algo no entienden, los niños intimidan. Me intimidaron mucho. Comencé a superarlo al jugar futbol americano", declaró.

En séptimo grado de la Oak Ridge High School ingresó al equipo con intención de ser receptor, pero su torpeza al cachar lo desterraba a la banca. A su mamá no le importaba. Horrorizada por la agresividad de ese deporte, le pedía abandonarlo y volver al soccer. Èl se negó. Un día, el coach necesitó un externo de emergencia. Joseph levantó la mano: "Estaba aburrido, así que salté y en una jugada tuve tres rivales encima. Me emocionó que no me pudieran bloquear". Inició así una trayectoria brillante como defensivo colegial. En un par de años, por su capacidad fuera de norma sumaba ofertas de 42 universidades. Decidió unirse a los Longhorns de la Universidad de Texas, dirigido el coach Todd Orlando, y estudiar Arte y Tecnología del Entretenimiento.

A los tres años en esa institución y apenas 29 partidos, Ossai ya era seleccionado en el Draft 2021 por los Bengalíes. El 29 de julio, unos 10 miembros de su familia se reunieron en la casa familiar en la espera inquieta del gran momento. Cuando fue anunciada su adquisición, Joseph -con un elegantísimo traje azul eléctrico- y sus parientes estallaron de la emoción: besos, abrazos, saltos, gritos, transmitidos en cadena nacional. Y su debut, el 14 de agosto de 2021, no pudo comenzar de modo más fantástico: en el arranque del partido contra los Bucaneros logró hacerle un sack a Tom Brady. Pero a la euforia la esperaba la fatalidad: en una jugada posterior sufrió una espeluznante lesión de meniscos. Resultaron rotos. Después del primer partido de preparación, Joseph debió ser intervenido quirúrgicamente. Estuvo fuera toda la temporada.

Tampa Bay Buccaneers quarterback Tom Brady (12) eludes Cincinnati Bengals defensive end Joseph Ossai (58) during the first half of an NFL preseason football game Saturday, Aug. 14, 2021, in Tampa, Fla. (AP Photo/Mark LoMoglio)

Al año siguiente, operado y rehabilitado, volvió y jugó con los Bengalíes 19 partidos. Hubiera jugado 20, quizá, de no cometer la inconcebible falta contra Mahomes. Ese día, en los vestidores y bañado en llanto, con los ojos inflamados y el pelo revuelto como si estuviera en medio de una espantosa tormenta, tuvo el valor de responder a los medios: "Es muy duro. Debo aprender de esta experiencia, ser mejor", dijo sollozando.

Desde entonces, solo silencio en sus redes sociales -era muy activo-. De Joseph se sabe poco (o nada). 

Dentro de cinco meses, el protagonista de una de las jugadas más dramáticas en la historia del futbol americano tendrá otra misión: volver del infierno.