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Walter Payton, el hombre serio que paraba el tiempo

Recuerdo que, cuando tenía menos de diez años, por allá de 1983 y 84, me obsesionaba el tema de los corredores. Mi hermano tenía una buena colección de tarjetas con los retratos de decenas de jugadores de la NFL y yo las tomaba de su escritorio, durante las transmisiones televisivas de los partidos, y las acomodaba en la alfombra, replicando las formaciones de los equipos. Trataba de entender qué hacía cada cuál, desde el primer liniero hasta el último de los safeties. 

Y los corredores eran, de lejos, mis favoritos. El gran Franco Harris, de los Steelers, fue el primer héroe deportivo de mi vida (y la leyenda de la "Recepción inmaculada" me parece, aún, una de las más grandes historias de la liga). Pero había más: Earl Campbell, de los Oilers (hoy Titans), una suerte de camión blindado que rebotaba defensivos. O el ya entonces mítico y retirado Jim Brown, de Cleveland, a quien aún le pertenecía el récord de más yardas por tierra, que todos sus sucesores acechaban. No olvido a Tony Dorsett, aunque fuera parte de mis odiados Cowboys, ni a Marcus Allen, novato sensación en el campeonato de los Raiders de 1984. Pero, incluso entonces, sabía que por encima de todos ellos (y de otros que, ingratamente, no menciono) estaba un tipo descomunal: Walter Payton, de los Bears.  

Lo recuerdo como una pirinola. Le entregaban el balón y comenzaba el espectáculo. Cambiaba de dirección, de velocidad, de inclinación. Parecía detener el tiempo, con el balón en un brazo y el otro extendido, muchas veces con un pie en el aire, y parecía también ser capaz de leer las posiciones de los rivales en una fracción de segundo y de abrirse paso ante cualquiera. En una liga en la que muchos jugadores históricos conservaban aún los valores de obreros y muy pocos eran endiosados y se convertían en los divos a los que estamos acostumbrados hoy, Payton era el más abnegado y disciplinado ejecutor de su equipo o, acaso, de todos.

Don't let the nickname "Sweetness" fool you, Payton was one of the most punishing runners in NFL history. His running style was nothing short of aggressive. Payton also rarely ran out of bounds, instead choosing to get a lick on a defender. As he once said, "My coach at Jackson State, Bob Hill, always said that if you are going to die, you should die hard, never die easy." Hillis told the story on Tuesday that he suspects that he was named after Payton, despite the different spelling. But shouldn't that be something Peyton has asked about by now?

Lo apodaban "Sweetness" (quizá irónicamente, porque en el campo era un tigre, o quizá porque fuera del juego se destacó siempre por solidario y generoso). Como profesional, daba la impresión de ser un tipo serio, siempre concentrado, de mostacho y cabello setenteros como sacados de un capítulo de Starsky & Hutch. Llevó el eterno número 34 en el dorsal y realizó su carrera completa en la misma franquicia, algo que, en esta era de topes salariales, megacontratos, patrocinios y agencias libres sin restricciones, ya rara vez se consuma. Jugó sus trece temporadas de la NFL para los Bears, que lo seleccionaron en la primera ronda en 1975. Había sido estrella colegial en la pequeñísima Universidad Estatal de Jackson. Fue aún mejor en el profesionalismo. 

Fue él quien rompió, en 1984, el récord de Jim Brown de más yardas por tierra (Emmit Smith se lo quitaría, pero aún conserva el segundo lugar). Tuvo muchos más reconocimientos. Fue el MVP y ofensivo del año en 1977. Fue cinco veces All Pro y nueve veces Pro Bowl. Pero se le resistía el gran juego. Lo alcanzó en la temporada 1985, en aquel equipo de Chicago que se hizo famoso por cantar un rap sobre el Super Bowl antes de jugarlo, y que estaba lleno futuros Hall of Famers como Richard Dent, Mike Singletary o Dan Hampton y de jugadores más pintorescos como el QB Jim McMahon o el "Refrigerador" Perry, un tackle defensivo más conocido por su carisma y volumen que por su calidad. Payton se retiró en 1987. Hizo trabajo social, puso en pie una fundación, fue dueño de un equipo de un equipo de carreras de autos. Un maldito cáncer se lo llevó en 1999. Tenía apenas 45 años. 

Siempre será infinitamente discutible quién es el mejor en una posición determinada. Solo puedo decir que él es el mejor al que yo vi. Me parece que muchos comparten esta idea.