En general y lo sabemos, no estamos diseñados para ser felices. No hemos sido creados para ello, sino para sobrevivir y reproducirnos como todas las especies del mundo. Una persona feliz, satisfecha emocionalmente, no se mantendría en vigilancia ante los posibles peligros o amenazas para su supervivencia, así que los estados de satisfacción permanente no existen en la naturaleza. Sin embargo, todos nosotros, las relaciones que instauramos en torno a la enorme industria del pensamiento positivo que genera miles de millones de dólares al año, han ayudado a crear la fantasía de que la felicidad es una meta realista; que la felicidad es un fin; circunstancia esta que provoca un estado perenne de insatisfacción. Nuestro cerebro entiende que el status actual es insuficiente y ha de buscar más. Solo cuando regresamos a un estado de pobreza emocional demandamos aquel status que era insuficiente pero que vuelve a ser algo aspiracional, y así constantemente nos movemos en un círculo vicioso de caídas y subidas. Para conocer el bien debes tener conciencia de lo que es el mal. El fan común de la NFL no es ajeno a esta naturaleza de tal forma que, cuando el equipo por el que simpatiza se encuentra en un estado muy negativo, con más derrotas que victorias, demanda y se daría por satisfecho con alcanzar, quizá, un récord positivo. Éste sería el primer paso para lo que sería el siguiente peldaño, conceptuado como una satisfacción más consistente; esto es, disfrutar de la postemporada, o lo que conocemos como llegar a playoffs, y ahí después ya se verá.
Lo que sucede es que una vez alcanzado éste, volvemos al círculo vicioso de querer más cuando no se consigue superar dicho escalón sin entender las dificultades propias de la competición. Nuestra naturaleza nos lleva a buscar culpables del mal. Normalmente al entrenador, algún jugador, sin alejarnos lo suficiente del problema y ver objetivamente lo que trasciende a los resultados. Así, quien se hace fan de un equipo sin haber visto el mal del mismo, puesto que desde sus inicios están acostumbrados a una constante en el éxito, considerado éste con tener sosteniblemente, por ejemplo, opciones de playoffs 3 de cada 5 años, acaba por no valorar esa felicidad competitiva. De tal forma, no contempla otras situaciones más pobres y nunca valorará aquella situación de éxito deportivo puesto que lo ve como un hecho, y no como un acto. La vieja distinción entre hecho-ajeno a la voluntad humana y que obedece a situaciones objetivas como la lluvia, el viento, el frío…- y acto – propio de la voluntad humana capaz de modificar situaciones como pueden ser los negocios, contratos, construcción de una casa, el deporte, y que depende del sujeto actor- se hace necesaria en estos casos. El deporte es un acto, no un hecho, el mérito de estar siempre en un estado de competición elevado se debe a la voluntad humana que está detrás de la organización y, evidentemente, no siempre se consigue.
La NFL es una competición durísima donde ganar se hace muy difícil y es un camino pavimentado con obstáculos a superar para cualquier franquicia. Las lesiones son parte de este deporte de una manera mucho más intensa de lo que sucede con otros deportes colectivos y donde la predominancia de una posición, como la del quarterback, es indiscutible. Y todo esto de lo que hablo me lleva a Pete Carroll. Como aficionado ajeno a la franquicia de los Seahawks, y sí de otra caída en desgracia en la era Super Bowl desde el año 1992, intento hablar desde la objetividad, equivocada o no, pero ajeno a cualquier condicionante subjetivo. Antes de su estancia en Seattle, Carroll creó uno de los programas dominantes en el fútbol universitario en USC, donde ganó dos títulos nacionales y siete campeonatos Pac-10 en nueve temporadas con los Trojans. (Pac-12 con la llegada de Utah y Colorado en 2011). Desde que Carroll se unió a Seattle como entrenador en jefe en enero de 2010, los Seahawks han ganado cinco títulos de la NFC Oeste y han llegado a los playoffs en 10 de 13 temporadas. Seattle nunca se ha perdido la postemporada 2 años consecutivos bajo el mando de Carroll; y ha ganado al menos nueve partidos en 10 de las últimas 11 temporadas, incluidas apariciones consecutivas en el Super Bowl en 2013 y 2014, ganándolo todo después de la temporada de 2013. El entrenador tiene un récord en Seattle de 128-81-1 con 0.612, y general de 161-112-1 en la temporada regular en 17 años como entrenador en jefe de la NFL. Sus 172 victorias combinadas lo ubican en el puesto 16 en la historia de la liga. Quienes se aficionaron a Seattle en el SXXI se han acostumbrado a lo bueno de la NFL y no han visto la oscuridad, entendida esta con lustros sin récord positivo o sin tener postemporada; algún año en la primera década 2001, 2002, 2008 y 2009, no se alcanzó la postemporada, no así en el resto de dicho decenio, con las consabidas de la década posterior. Muy pocas franquicias pueden decir algo semejante, las menos. Al final, el aficionado a Seattle es uno privilegiado, donde una franquicia muy joven en la NFL, nacida en los 70 que en el SXX no fue nada, lo ha sido todo en el siglo actual, y sobre todo gracias a Pete Carroll ha alcanzado lo que muchas franquicias aún no han podido, tener en sus manos el Lombardi, siquiera haber llegado a lucharlo.

Con todo ello, muchos aficionados a la NFL comentamos, con cierta envidia, la situación de esta franquicia que esta temporada no pasa por su mejor momento. Y lo hacemos desde el punto de vista del miserable que no ha disfrutado ni de un campeonato divisional. Los que hemos tragado tierra temporada tras temporada, créanme, valoramos cada victoria de nuestro equipo en la NFL por fácil o difícil que esta sea porque el mérito está ahí, y todos sabemos que no siempre la división o conferencia tienen un mismo nivel porque eso es imposible, como tampoco lo tiene el del equipo, así que hay que aprovechar cada miga que nos regalan los rivales y la competición. Todos queremos más y eso es evidente, pero debemos ser conscientes de las dificultades con las que un equipo se encuentra, de la división, el líder divisional y calendario, nada fácil en el caso de Seahawks. Actualmente Seattle cuenta con un Quarterback como Geno Smith, un QB sin talente estelar pero estable y regular, lejos del nivel propio de otras estrellas pero que, mientras no haya posibilidad de aspirar con seguridad a otro escalón, ha cumplido llevando al equipo a playoffs. No es el prime de Russell Wilson, eso es un hecho, y, además, la dificultad de lesiones como en la línea ofensiva y la del propio Geno, son obstáculos complejos de salvar. Russell Wilson se fue a Denver y lo que sabemos con seguridad es lo que sucedió en 2022 con Nathaniel Hackett, la miseria; mientras que Pete Carroll, sin él, volvía a colocar a la franquicia de Seahawks en postemporada. Un equipo que alcanza los números narrados anteriormente no está mal entrenado y más con alguna plantilla dudosa en puestos clave como estos dos últimos años. Puede suceder que no está entrenado como a nosotros nos gustaría en relación al juego que querríamos si contase con un QB del nivel de un Wilson de la segunda década de los 2000. Pero aquella realidad se fue y es muy probable que, en lo sucesivo, la franquicia pierda más que gane, que Pete Carroll ya no esté y, entonces, el fan echará de menos poder criticar a Carroll porque lo que tendrá en ese momento quedará ya muy lejos de algo muy difícil de conseguir, la capacidad técnica y profesional de colocar al equipo en condiciones para la victoria año tras año, de ganar más que perder, de tener un enero con partidos que cuentan, y en definitiva, de la felicidad. Tenga por seguro el lector que esos tiempos oscuros llegan, tardarán más o menos, pero acaban llegando. La nostalgia se hará notar y Pete Carroll, entonces sí, años después de abandonar la franquicia, será valorado en su justa medida, porque ahora lo que parece haber, es una afición ingrata que no quiere ni sus huesos cerca del Lumen Field y todo con el único fin de seguir buscando la felicidad, para siempre, para nunca.
America´s Team: la felicidad adulterada

Los Dallas Cowboys siempre están en el imaginario de los mejores de esto, y ellos mismos, sus fans y Front Office se lo creen, aún sin serlo remotamente temporada tras temporada en el SXXI. Están en ese nirvana de una felicidad que para los demás no existe, pero ellos consumen esa metadona del sueño de lo que deben o quieren ser y no son. Entonces, ¿qué es Dallas? Por estas alturas y llegado diciembre, el equipo de América siempre o casi siempre está en la conversación por lo máximo, y su QB en las apuestas por el MVP. Basta recopilar anuncios pasados y ahí está, año tras año, fracaso tras fracaso. Pero este ejercicio parece distinto. Dicen que Dak está como nunca, que en Ferguson han encontrado un Tight End de verdad, que Cee Dee Lamb hace honor al histórico #88 y que no hay quien se crea más que nadie en ese vestuario eliminando cierta toxicidad. Hay equipo. Pero sobre todo, si tengo que destacar algo es el play calling de Mike McCarthy. El año pasado, su tercer año al frente del mismo, ya se había visto mejoría, pero éste parece ser el de verdad. Cuenta con un escuadrón de la muerte en la defensa y empieza a tener caballos en la ofensiva que, esta vez, sí saben adónde ir. El año pasado ya tenían buena ofensiva, pero parecía atacar al rival de forma descabezada, sin orden, basando todo en la improvisación de sus skill players. Esta temporada hay un plan. Un ataque a la antigua. Fuera Kellen Moore, todo se fía en una West Coast Offense que permita la separación en zonas medias, añade la profundidad en el juego y además de todo el Play Action está saliendo de maravilla. Pero lo mejor es que todo eso se deja en las manos del que, o la rompe o se condena, de un Dak Prescott sin vergüenza y, sobre todo, sin necesidad de pedir perdón, como sí hacía el de años pasados. Boom or bust. ¿Y si la rompe a sus 30 años? ¿Y si hay razones para una felicidad real? ¿Y si sí? Todo puede ser, pero por si acaso, guarden el polvo de la felicidad, de la meta y la psicodelia, quizá haga falta su consumo después de todo.
Vikings-Raiders: El triunfo del infeliz

Partido ilustrativo de esta temporada. Vikings acaba ganando por un raquítico 3-0 a Raiders y todo en la agonía del último cuarto. Si normalmente decimos que en un partido NFL, 'cualquiera puede ganar', creo que aquí procede decir que 'cualquiera puede perder', los méritos fueron extraordinarios. Y no, no hablamos de un partido de grandes defensas, en absoluto. El 0-0 hubiera traído un nuevo scorigami a la era Super Bowl, y casi se consuma. El RT de los Raiders, J.Eluemunor, se sinceró con cierta vergüenza: "Nunca había sido parte de una actuación igual, lo siento por los aficionados que vinieron a ver eso. Merecen algo mejor". Dos temporadas positivas y ganadoras desde 2002 para Raiders es muy poco. Mejor que Al Davis no levante cabeza porque este espectáculo lo abofetearía y tumbaría de nuevo en ese descanso eterno de la historia de la NFL, aunque sí podemos concluir que su frase más conocida fue implementada por Minnesota, con lo mínimo, con lo justo, con vergüenza pero con coartada materializada en dos ausencias claves, la de Cousins y Jefferson. En harapos y con un equipo hecho jirones, se leía en los labios de O'Connell, por lo bajo y sin grandes muecas, casi en un susurro que ni el viento reconoce: Just win baby!
La felicidad real: Flacco

Después de atormentar a toda la AFC Norte, y de ser sufrido por los Browns, Joe vuelve a jugar al football y lo hace para la franquicia de Cleveland. Pero lo mejor de todo es ver la auténtica felicidad en el Football. Ya sabemos qué fue aquello que dijo cuando Stefanski le entregó el balón del partido después de la victoria en Jacksonville: "Me siento otra vez como un niño de 10 años. Aprecio que me hayan invitado". Joe es feliz y Browns tiene QB para lo que queda de temporada. Esa infantil felicidad es inmaterial y efímera, es un sentimiento que llena de emoción, nerviosismo y exaltación. Es un latir acelerado del corazón, un logro y una conquista. Para Flacco esto es volver a jugar con un balón en el jardín del colegio, sonriendo porque ya no le importa el juicio que de él se haga, ya no juega para ser juzgado, está por encima de todo eso, se ha quitado la losa del profesional que busca un crecimiento individual, ahora solo lo hace para sostener su sonrisa y con ella la de los fans de los Browns que ya daban la temporada por amortizada. En Cleveland hay esperanzas de postemporada mientras la felicidad de Joe siga intacta. Aguante, Flacco.
La felicidad a granel

Cuando un impacto negativo se produce, buscamos una respuesta inmediata y embolsada que nos haga feliz o cuando menos que permita explicar razonablemente la causa que nos llevó a ese estado y que ayudará a calmar nuestra ansiedad tras un suceso desgraciado. Esto mismo pasa en la NFL cuando nuestro equipo tiene un resultado negativo en un partido. En muchas de las ocasiones solemos buscar la respuesta en los árbitros. Pero esta respuesta no está embolsada, no la tenemos preparada y empaquetada para abrir y recibir el calmante necesario, al contrario, debemos llenar nuestra razón con motivos a granel. Da igual que la decisión arbitral haya sido correcta. Como no lo fue en otras ocasiones, debiera no serlo en la mía. Y escogemos ese motivo sin miramientos para autoconvencernos. Como las multas de tráfico que nos imponen por exceso de velocidad. Salimos indemnes en otras ocasiones cuando nos excedimos, pero en esta ocasión nos han pillado y pensamos en un plan estratégico del más allá que trasciende cualquier lógica, por el que nos acostumbraron a no sancionarnos y en un exceso de celo, nos multan. ¡Malditos bastardos!. Conspiran contra mí; contra mi equipo. Y buscamos aliados que empaticen con esta sinrazón. Y los conseguimos, porque siempre habrá quien en la locura comparta el fin, aunque el medio sea diferente. Pero a veces buscamos esa inobservancia legal porque en otras ocasiones demandamos su estricta severidad al afectarnos en sentido contrario. Nadie está a salvo de un pasado no muy lejano en el que imprecaba la aplicación legal de la norma. Lo dicho, a granel y según convenga seremos más o menos legalistas. Al final, como vemos, el objetivo es ser feliz, da igual cómo, con verdades a medias, mentiras o absurdos razonamientos. El fin justifica los medios. La felicidad, aunque ésta sea volátil o fraudulenta lo puede todo, pero ojo, cuando uno despierta debe empezar otra vez con la tediosa tarea de tejer ese manto de mentiras…que nos harán felices, pero mentiras al fin y al cabo.
Queda lo mejor de la temporada, tengan una feliz semana.