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NFL Fantasy con mando a distancia

Ahí estaba yo, en un hotel de Baltimore, en el piso dieciocho, enterándome de que Tua Tagovailoa había salido del partido y los caballos de batalla de uno de mis equipos, Tyreek Hill y Jaylen Waddle, ahora dependían de la puntería de Skylar Thompson. Pensé que sería sencillo encontrarme en el bar del hotel con una pantalla que transmitiese el partido entre Dolphins y Bills, pero la horda de fanáticos de Bruce Springsteen que había atiborrado el Hotel Hilton, vecino del muelle y el estadio de béisbol, estaba más interesada en saber qué sucedía entre los Mariners de Seattle y los Rangers de Texas. Ahí estaba yo, en un banco alto, con los dedos entrelazados frente a un vaso de Coors Light, deseando que la solitaria rayita que ofrecía el wi-fi me permitiera actualizar el resultado de mis equipos. Celebré el touchdown de Devon Achane, running-back del mismo equipo que comandan Hill y Waddle, a través de una escueta notificación.

Así fue todo el fin de semana. De regreso en Nueva York para el domingo, mendigué en un bar que hacía frontera con el barrio italiano los últimos minutos de la asfixiante dosis de encuentros que acá en México se están celebrando a las once de la mañana y allá están cerrando por ahí de las cuatro de la tarde. Jim Beam with sparkling water, alcancé a decirle a la encargada de la barra mientras un energúmeno rubio sufría lo indecible ante el enésimo tropiezo de los Giants. A dos asientos de él me tapaba la boca para ocultar la sonrisa que me causaba cada acarreo del quarterback rival, Jayden Daniels: esa promesa que dejé ir -y lo digo no sin cierto orgullo- en muy pocos de mis drafts.

Haciendo un rápido seguimiento de mis diversas ligas, he de decir que salvamos la guillotina una semana más. Esa competencia me está orillando a empacar un alka-seltzer cada domingo. El equipo que haga menos puntos se va cayendo, sus jugadores se convierten en waivers, y mi draft fue, cuando menos, cuestionable. Discúlpenme: eran dieciocho equipos. Dieciocho rondas. Mi primer pick, por ahí de la posición quince o dieciséis, fue -pensando en llevarles cierta ventaja a mis competidores en una posición por demás compleja- Sam LaPorta. No se rían; es en serio. Encima: en el draft de la liga de amigos, mi novia y yo, cada quién con su equipo, estábamos armando nuestros rosters en el mismo cuarto. Se me fueron todos los tight-ends, me dijo en cuanto alguien encontró en Evan Engram la última opción confiable. Me atreví a dar un consejo osado: agarra a Brock Bowers; en el peor de los casos lo soltarás por ahí de la tercera semana. Sobra decir cuántos puntos ha conseguido LaPorta y cuántos ha cosechado Bowers. El Fantasy, una vez más, se manifiesta como una ciencia exacta.

Las Vegas Raiders tight end Brock Bowers (89) looks on during pre-game warm-ups before an NFL football game against the Baltimore Ravens, Sunday, Sep. 15, 2024, in Baltimore. (AP Photo/Terrance Williams)

Hay algo inocente, sin embargo, en el Fantasy, si entendemos la inocencia como una característica (cualidad, diría, de vez en cuando) que te permite soñar con lo que resulta aparentemente imposible. Para acabar pronto: en el último año de la prepa necesitaba un diez en el examen de cálculo para poder exentar y olvidarme por completo de la prueba final. Me preparé como nunca: era un verano con Mundial y no quería pasar los descansos entre partidos estudiando ecuaciones. Lo logré. No sé ni cómo, pero lo logré. Algo parecido ocurre cuando llega el lunes y precisamos que fulano, aquel receptor que no nos ha hecho pensar jamás que pueda realizar una gesta épica, consiga chorrocientos puntos. Me he visto algún lunes encendiendo una vela a más de treinta puntos de cualquier receptor que puedan nombrar. Sin embargo, lo mejor es que de vez en cuando ocurre. Quedaban veinticuatro segundos en el juego entre Philadelphia y Atlanta cuando recibí una notificación en pleno Madison Square Garden, mientras la Electric Light Orchestra derrumbaba el lugar con Don't Bring Me Down (mi rola favorita de ellos y, también, lo que en ese momento pedía a los dioses del Fantasy). Drake London había anotado un touchdown. Drake London. A pase de Kirk Cousins. Kirk Cousins. Kirk Cousins siendo clutch en prime-time. Yo había pedido y los dioses habían cumplido. Gocé aún más la recta final del concierto.

Gocé tanto que no fue sino hasta que llegué al hotel que vi los puntos de Drake London brillando como un auténtico tesoro… en el banquillo.

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