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Kansas City, la reivindicación del Heartland

Hace unas semanas, luego de que los Kings certificaran su regreso a unos playoffs de la NBA por primera vez en 17 años, una conmovida Kayte Christensen, ex jugadora profesional y comentarista de las transmisiones locales del equipo, hablaba sobre lo que suponía para una ciudad como Sacramento y su base de fanáticos que su franquicia volviera a ser competitiva después de tanto tiempo. Sobre todo pensando en la tensa relación que protagoniza, siendo la capital del estado más poblado de Estados Unidos, con las metrópolis californiananas más cosmopolitas: San Francisco y Los Angeles.

En realidad poca gente es consciente de lo implicada que está la gente de Sacramento con su equipo. Bastó asomarse al Juego 1 de la serie ante los Golden State Warriors en el Golden 1 Center para constatar, como antes lo hicieron los Lakers de Kobe y Shaq en cada visita al viejo Arco Arena, de que se trataba de una plaza terriblemente infravalorada.

Saco todo esto a cuento porque en la NFL también hay muchas plazas que no tienen los reflectores que merecen. Una de ellas es, sin ninguna duda, Kansas City, casa de los Chiefs, reinantes campeones de la NFL, y sede del próximo draft a finales de abril. Ya no sólo es que el mítico Arrowhead lleve tiempo rivalizando con el Lumen Field de Seattle por ver cuál es el estadio más ruidoso de la liga, sino que hablamos de una base de fanáticos con una sólida tradición de futbol americano y un profundo sentido de pertenencia.

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De hecho, en el pasado Super Bowl en Phoenix, el grito de guerra de los aficionados de Filadelfia, la ciudad de clase obrera por excelencia, para intimidar a sus pares de Kansas City era "Fuck the Heartland", en alusión al denominado Midwest, en la zona centro-norte de los Estados Unidos, una región donde se defienden valores asociados a la autosuficiencia económica, políticas públicas ciertamente conservadoras y la vida ligada al campo. Dicho esto, el Chiefs Kingdom está construido por aficionados de todos los orígenes, clases y condiciones sociales. Además de sus populares tailgates, los fans de Kansas City fueron distinguidos en la una lista de Bleacher Report como el grupo de aficionados con más conocimientos generales de futbol americano.

Aunque lo primera que hay que decir de Kansas City tiene que ver con zanjar el debate sobre las dos Kansas. La ciudad donde se aloja la franquicia realmente está ubicada en la parte más occidental del estado de Misuri, haciendo frontera con el estado de Kansas, donde existe otra ciudad llamada Kansas City. El área metropolitana abarca las dos ciudades, alcanzando casi los dos millones de habitantes. Al sur de las dos Kansas se dibuja la State Line Avenue, una calle que sirve de límite entre los dos estados. Aunque si hablamos de la base social de la franquicia, tendríamos que incluir de manera obligada ambas ciudades.

En el mundo, Kansas City es conocida por tres cosas: el jazz, sus restaurantes de costillas y sus fuentes. De hecho, es la ciudad con más fuentes en el mundo después de Roma, la Ciudad Eterna —nunca antes un segundo puesto había sido tan honroso. Los cinéfilos quizá la puedan asociar con la San Marino Italian Grocery, donde se reúnen los jefes de la mafia en Casino (1995), de Martin Scorsese, o por haber sido la cuna de Robert Altman, un cineasta capaz de filmar películas en las antípodas de la valoración artística como la memorable Vidas cruzadas y la infausta Popeye. En la música, los mismísimos Beatles se apropiaron de "Kansas City", la canción escrita por Jerry Leiber y Mike Stoller para convertirla en un medley inmortal: "Kansas City / Hey Hey Hey". A nivel histórico y patriótico, la ciudad también tiene una gran ascendencia dentro de la narrativa de la guerra civil, al haber sido sede de la batalla de Westport, donde las fuerzas de la Unión, comandadas por el oficial Samuel Ryan Curtis, le asestaron una derrota crucial a los confederados.

The Beatles

Por todo esto, el hecho de que el próximo draft, el Super Bowl de la temporada baja, se celebre en un lugar como Kansas City puede interpretarse como una reivindicación necesaria para una ciudad decisiva en el mapa de la cultura popular estadounidense y que transpira futbol americano como pocas.