No es poca cosa que Detroit, una ciudad de tradición industrial automotriz que hace frontera con Canadá, haya elegido a Jack White como exponente principal de cara a un espectáculo de medio tiempo en el cual la NFL suele apostar por la pirotecnia. Fue un hito cuando, la Navidad pasada, Beyoncé tomó el campo del NRG Stadium de Houston y, con Texans y Ravens en los vestidores, enarboló un show en torno a su recién lanzado álbum Cowboy Carter donde buscaba resignificar desde varias aristas la noción del country como género moderno. Aquella noche, la apuesta de Beyoncé fue claramente un esfuerzo por trazar un espectáculo que encontrase vasos comunicantes entre la artista y el espacio donde se presentaba -además de la obra y el vínculo indisociable que guarda Texas con el country, Beyoncé nació en Houston-. Esto no suele ocurrir en el Super Bowl: el espectáculo de medio tiempo en el partido más grande del año solamente pide ser, como tal, grandilocuente; se llama al gran artista del año o, si acaso, a alguno que responda a la coyuntura del momento. Volvemos al principio: Detroit, en un medio tiempo de Día de Acción de Gracias cuyo objetivo sí pareció ser explicar musicalmente a la ciudad en turno, eligió a Jack White.
Jack White nació en Detroit en 1975. Su familia estaba abocada a las tareas de la iglesia: tanto su padre como su madre trabajaban para la arquidiócesis de la ciudad, por lo que creció como monaguillo. Encontró la música en la calle: su familia vivía cerca de un barrio de clase baja donde prácticamente todos eran de origen latino. Descubrió el rock y el blues de los sesenta, pero descubrió, también, el hip hop y la electrónica. Pronto comenzó a trabajar en un depósito donde la gente vendía muebles gastados o por piezas y él tenía que rearmarlos, reconstruirlos o, con diversas piezas aparentemente inconexas, crearlos desde cero.

Detroit es casa, también, de Motown: el sello discográfico que consiguió establecer el soul como el gran género afroamericano dominante dentro del espectro musical del país. El nombre, por supuesto, nació a partir de la identidad automotriz de Detroit: Motown es la unión de motor town. En este sello empezaron a brillar artistas como Marvin Gaye, The Supremes, Stevie Wonder o The Marvelettes --para entender un poco la enormísima importancia que el sello Motown tendría a lo largo de la historia: veinte años más tarde, unos muy jóvenes Johnny Marr y Steven Patrick Morrissey formarían en Manchester, Inglaterra, una banda de rock, The Smiths, tras haber coincidido en que las mencionadas Marvelettes habían sido un proyecto bastante infravalorado.
A finales de siglo, Detroit sufrió un duro golpe hacia su prosperidad económica a partir de la desindustrialización. Las diversas plantas automotrices de Ford, Chrysler o General Motors que dominaban la ciudad buscaron establecer nuevos espacios de producción en lugares como México, Canadá o Asia que les permitiese gozar de una mano de obra más barata. Los distintos trabajadores crearon sindicatos que, a su vez, desembocaron en revueltas donde éstos exigían el cumplimiento de sus derechos laborales. Con el paso del tiempo, la población de Detroit disminuyó producto de un éxodo por buscar mejores oportunidades; la ciudad, a su vez, fue estigmatizada por el resto del país como una de las más inseguras de Norteamérica. El deporte se convirtió en el único resquicio de orgullo para la ciudad, pero los Lions, eternamente sumidos en malas rachas, no ofrecieron demasiado. Los Tigers, el equipo de béisbol, dejaron en la década de los ochenta sus últimas glorias. Los Pistons, quizá el equipo que mejor le plantó cara a los Bulls de Michael Jordan en los noventa, llevaron a la duela esa identidad de agresividad y rencor que permeaba en la ciudad: ganaron el campeonato en 1989, 1990 y 2004, cuando vencieron a los Lakers de Kobe Bryant y Shaquille O'Neal.
Jack White invitó a medio show al escenario a Eminem, un confeso seguidor de los Lions que se ha alejado paulatinamente de los espectáculos en vivo. Al tener a ambos exponentes presentes en el Ford Field se vinculaban los dos puntos identitarios fundamentales de Detroit: la calle y la reconstrucción. Detroit se ha sobrepuesto a los tiempos a partir de resignificarse y reconstruirse: se asume como un incordio para el resto del país y opera en consecuencia: no va a desaparecer jamás. Detroit reivindica la idea del barrio porque solamente puede entenderse a partir de ellos; así nació Eminem. Detroit tiene, además, que unir las piezas con las que cuenta para resignificarse y encontrar una nueva identidad: así entiende la música un Jack White que tomó las ideas fundamentales del blues, las distorsionó y encontró un sonido eminentemente propio.
Qué cosa cuando sonó una distorsionadísima versión de Seven Nation Army. Uno de los grandes momentos de la temporada. Quizá los Lions de Dan Campbell seguirán jugándose todo en cuarta oportunidad porque ven el mundo de otro modo, igual que su gente: ven el mundo de forma distorsionada. Igual que Jack White.





