La tunda espantosa de 70-20 que les asestaron los Miami Dolphins a los Denver Broncos removió como un terremoto, me parece, las conciencias y los recuerdos de todos los aficionados de la NFL. Pocos han alcanzado la cantidad de puntos y yardas que Tua Tagovailoa y compañía perpetraron en la semana 3, claro. Se quedaron a las puertas de marcar los mayores récords históricos de la liga en ambos rubros, salvo porque el coach Mike McDaniel, muy sensatamente, decidió bajar la cortina en la última ofensiva para no tentar, según dijo, al mal karma…
El caso es que, al menos en nuestro papel de aficionados, todos hemos sufrido en carne propia, guardadas las distancias, hecatombes de esa clase. Esos días en que todo sale mal y uno preferiría haberse habituado a mirar el hockey sobre pasto o el golf y ser indiferente al Americano.
En mi caso, la primera de esas ocurrió en el ya lejano 1983. Los Detroit Lions recibieron a los Steelers (que, como ya he dicho, es el equipo de mis amores) en el Silverdome. Y les pegaron 45-3. El gol de campo de los de Pittsburgh cayó cuando el marcador iba ya 17-0. Luego vinieron 28 puntos más sin respuesta. La peor derrota hasta entonces en la carrera de Chuck Noll, el coach que lideró a la Cortina de Hierro y llevó al equipo a ganar cuatro Super Bowls. Todo un hito en los desastres.

Curiosamente, Steelers logró levantarse de la lona y ganar su división (entonces la Central de la Americana) con récord de 10-6. Llegó al juego divisional en los playoff y cayó, ahora sí en definitiva, por 38-10 ante los Raiders de Marcus Allen, quienes acabarían llevándose el Super Bowl. Una temporada, por cierto, que fue la última en la franquicia de históricos como Terry Bradshaw y Franco Harris.
Pero esa no fue la caída más estrepitosa, no. En 1989, los Browns de Cleveland, rival tradicional de los Steelers, les propinaron la derrota más abultada de su historia. 51-0 y como visitantes, en el Three Rivers Stadium. El muy olvidable y ya olvidado Bubby Brister era por entonces el Quarterback y tuvo una actuación desastrosa. Yo, que tenía por entonces 13 años, sufrí aquel juego como una afrenta personal. Llegué a plantearme, incluso, dejar de seguir la NFL. Solo quería olvidarme de todo. No acabé en terapia solo porque no se usaba por entonces.

Otra vez, sin embargo, la franquicia se levantó. Terminó el año 9-7 y consiguió incluso sortear la ronda de comodines por 26-23 sobre los Houston Oilers, para terminar cayendo en el divisional, muy dignamente, por 24-24 contra los Broncos de John Elway, quienes alcanzaron el SB pero fueron masacrados en él, como todos sabemos, por 55-10 y unos 49ers en estado de gracia.
Todo esto es para recordarles a los queridos amigos que siguen a los Broncos que sí, esos 70 puntos dolerán por mucho tiempo, pero algún día será solo estadística. Amamos este deporte porque cada juego es una oportunidad de levantarse del barro y ponerse en pie. Todos, algún día, lo hicimos.