Durante el juego entre los 49ers y los Buccaneers, se volvió relativamente viral el cameo que hizo la transmisión original de CBS del legendario Tom Moore, asistente ofensivo de Todd Bowles y el único hombre que se precia de haber esculpido versiones dominantes de Terry Bradshaw, Peyton Manning, Carson Palmer, Tom Brady y, ahora, a Baker Mayfield.
Moore, de 86 años, afronta su temporada regular número cuarenta y seis. Pese a las turbulencias inherentes al oficio, se ha mantenido en activo como entrenador desde 1977, cuando se unió en Pittsburgh al staff de Chuck Noll, de quien aprendió a conducir al alba y a bocetar jugadas con lápiz y papel.
Hace unos días, en su vista al podcast del periodista Ari Meirov, Mike Greenberg, asistente del gerente general en los Buccaneers, habló de lo privilegiados que se sienten en Tampa Bay de contar con un hombre de su sabiduría, experiencia y exposición a diferentes culturas competitivas, sistemas y filosofías.

En una anécdota que delata el tipo de personaje que representa Moore, al que Peyton Manning reconoció como la "mente más brillante que vio pasar en la NFL", Greenberg contó que la última vez que se sentó con él a firmar un contrato, éste le dijo que no le interesaba leerlo en lo absoluto, puesto que lo único que quería era estampar su rúbrica de inmediato para comenzar a trabajar.
A finales de los noventa, Tom Moore simbolizó una figura indisociable del Peyton Manning que irrumpió en la NFL con los Indianápolis Colts. Ver a Moore con la diadema tutelando a Manning en las laterales, bajo su rol de coordinador ofensivo, se convirtió en una postal generacional. Como en aquella oportunidad en la que, durante el segundo año de Manning en la liga, congeló a un Ty Law desnortado con un variante de slant efectuada por Marvin Harrison en uno de esos clásicos Colts-Patriots de finales del siglo XX y principios del siglo XXI.

Cuando le preguntaron la razón por la que hizo la transición a entrenador después de haber desempeñado el rol de quarterback suplente y pateador en la Universidad de Iowa, Moore relató que sus mentores habían sido tan importantes en su vida que pensó que se trataba de una profesión lo suficientemente "honorable".
La cicatriz de aquella carrera frustrada frente a Rod Marinelli por convertirse en entrenador en jefe de los Detroit Lions durante la temporada baja de 2006 no se oculta. Haciendo un riguroso ejercicio de introspección, Moore atribuye el deseo insatisfecho de nunca haber podido ser entrenador en jefe a no promocionarse lo suficiente, no contar con un agente, su falta de tacto y diplomacia y su nulo interés en el juego político.
Todavía habla con melancolía de lo que pudo haber sido su carrera como principal, aunque le irrita que se ignore su aventura en la península coreana, donde dirigió a un equipo de la 7.ª División de Infantería del Ejército de los Estados Unidos que había combatido en la guerra que terminó por fragmentar a Corea en dos polos irreconciliables.