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El hilo invisible que explica la filosofía de los Ravens

Seguramente el atributo que más me seduce a la hora de seguir equipos durante la temporada tenga que ver con la identidad. Quizá por eso suelo elegir determinados proyectos que, durante algún periodo de tiempo específico, transmiten cosas que otros equipos ni siquiera huelen.

Pero existe un caso que me parece particularmente llamativo y que, en mi opinión, ha sido terriblemente ignorado a la hora de establecer narrativas en la NFL. Me gusta pensar que no soy el único que se ha detenido a preguntarse: ¿Cómo diablos hacen los Baltimore Ravens para tener defensivas más o menos dominantes año con año? ¿Es un valor inherente a la franquicia? ¿Podemos decir que es parte indisociable del ADN del equipo? O más bien se lo deben a una figura en específico, que en este caso se ha erigido como el gran guardián ideológico.

La pregunta es pertinente por varios motivos. Primero, hablamos de una entidad relativamente joven, que tomó el testigo de los Browns para establecerse como una franquicia de expansión en 1996. Curiosamente su primera apuesta como head coach fue un entrenador de perfil eminentemente ofensivo: Ted Marchibroda, cuya gran hazaña fue haber ganado el premio al Coach del año tras llevar a los extintos Baltimore Colts a ganar nueve partidos en fila para cerrar la temporada de 1975. El otro aspecto por el que suele ser recordado Marchibroda es por haber incluido ese mismo año en su staff como asistente a un jovencísimo Bill Belichick —guarden ese nombre.

El caso es que a Marchibroda le fue fatal como bandera de la nueva era en Baltimore. En sus tres temporadas al frente del equipo nunca ganó más de seis partidos y compiló un récord total de 16-31. Lo más dramático del caso es que el equipo no encontró nunca a qué aferrarse. El único acierto tangible de Marchibroda fue extenderle una invitación como coordinar defensivo a Marvin Lewis, quien sobrevivió a la transición con Brian Billick. Es posible que muchos asocien la histórica defensiva de los Ravens en el 2000 con Billick y no tanto con Lewis —el playcaller defensivo y responsable de integrar a Jack del Rio como entrenador de linebackers y Rex Ryan como entrenador de la secundaria— aunque el primero haya llegado, más bien, a solucionar los problemas en el otro costado del balón directo desde Minnesota, donde se había distinguido por montar la mejor ofensiva de la NFL en ese momento.

Baltimore Ravens linebacker Ray Lewis smiles after defeating the New York Giants 34-7 and being named the MVP of Super Bowl XXXV Sunday, Jan. 28, 2001, in Tampa, Fla. (AP Photo/Rick Bowmer)

Me estoy guardando un nombre premeditadamente para poner en perspectiva que, al apostar por dos entrenadores de corte ofensivo en su primer lustro de vida, Baltimore no necesariamente estaba pavimentado el camino para ser una franquicia que se explicara, invariablemente, por presentar defensivas competitivas. O al menos no conscientemente. Pero entonces llegamos a la pieza clave: Ozzie Newsome, el gerente general del equipo de 1996 a 2018, un hombre que trasciende las gestiones de Marchibroda, Billick y el infravalorado John Harbaugh, quien lleva dieciséis años al frente como head coach y quien, para mi gusto, es el perfil que mejor ha convivido con la filosofía reinante.

Al respecto, en su día Dick Cass, el hombre que pasó casi dos décadas como presidente ejecutivo en Baltimore, dijo que Newsome, a sus ojos, era el personaje más importante de la historia de los Ravens. Todo parte, según el clamor popular, de su reputado olfato como scout, mismo que desarrolló bajo el ala de Bill Belichick —siempre emerge Bill de cualquier parte—, cuando tras su retiro fue invitado para formar parte del staff de aquellos Browns que, con el tiempo, se convertirían en los actuales Ravens.

El legado de Newsome como evaluador de talento comenzó a gestarse con las selecciones de Jonathan Ogden y Ray Lewis en la primera ronda del draft de 1996, su primer año como GM. Luego, en 2002 drafteó a Ed Reed y luego, un año más tarde, hizo lo propio con Terrell Suggs. Ese tipo de cosas marcan a una franquicia en términos de mentalidad, sin ninguna duda. Sobre todo cuando estás en búsqueda de tu identidad. Imagina que en tus primeros siete años en la liga obtienes vía draft a tres de los mejores 10 defensivos de los últimos 30 años en la NFL. Por ahí, años después, se han establecido jugadores como Adalius Thomas, Elvis Dumervil, Eric Weddle, Marlon Humphrey y Roquan Smith, así como entrenadores asistentes como Chuck Pagano, Dean Pees, Don Martindale y el hoy afamado Mike Macdonald, perfectamente conscientes de que no llegaron para desempeñar un rol, sino para salvaguardar un legado.

Baltimore Ravens head coach John Harbaugh, left, and general manager and executive vice president Ozzie Newsome watch an NFL football training camp practice in Owings Mills, Md., Monday, Aug. 7, 2017. (AP Photo/Patrick Semansky)

No sobra decir que a Newsome, a su retiro en 2018, lo sucedió Eric DeCosta, su segunda espada desde aquel lejanísimo año de 1996, cuando, sin ser consciente del todo, decretaron que en Baltimore se habría de jugar buena defensa.