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La impronta de Mahomes y otras lecciones tácticas de las finales de conferencia 

La NFL te obliga a sobrevivir cada día, sin importar quién eres

Los Niners de Kyle Shanahan fueron capaces de seguir adelante ante la baja de su quarterback titular al inicio de la temporada. La franquicia siguió ganando con Jimmy Garoppolo en el campo, y cuando parecía que el equipo podía descarrilar con la lesión de su segundo quarterback, emergió un novato para hacer que el ataque funcionase incluso mejor. Todo parecía encajar con Brock Purdy a los mandos de la ofensiva. Sin embargo, la NFL es una liga durísima, no perdona y te golpea cuando menos te lo esperas. En esta competición necesitas ser mejor que tu rival para ganar, pero la suerte (o mala suerte en este caso) también te espera en cada esquina para arruinarte tu aventura.

La lesión de Purdy primero y la de Josh Johnson después (cuarto quarterback que tenía que utilizar Kyle Shanahan esta temporada), rompió un duelo que se presentaba apasionante. Ojo, que nadie piense que los Philadelphia Eagles no merecieron ganar. Los de Nick Sirianni fueron el mejor equipo de la Conferencia Nacional en temporada regular, asfaltaron a los Giants en el Divisional y estaban siendo superiores a los 49ers al inicio del encuentro. Su línea ofensiva sigue siendo la mejor unidad del equipo y marca el devenir de los partidos con su rendimiento. Además, el ajuste de Shane Steichen, coordinador ofensivo de los Eagles, durante el segundo cuarto en el juego de carrera, permitió dos últimos drives poderosos al equipo local que terminaron en anotación. Hufanga había conseguido generar desventajas en el exterior atacando el backfield por ahí y obligando al tackle a soltar a Bosa, quien estaba siendo el hombre que frenaba las carreras exteriores. Steichen asignó a sus running backs el bloqueo por fuera a Hufanga y liberó a los tackles para poder bloquear a Bosa, permitiendo también a los hombres interiores subir al segundo nivel. Y ahí, los linebackers de los 49ers sufrieron una barbaridad.

Fred Warner y Dre Greenlaw se presentaban como dos de los jugadores más importantes para esta cita, y ambos tuvieron muchos problemas en el segundo nivel de la defensa. Warner solo tenía ojos para Jalen Hurts en el intercambio de balón con el running back, por lo que muchas veces se quedaba muy lejos de la jugada, como fue el caso en el primer touchdown de los Eagles. Por su parte, Greenlaw repetía una y otra vez uno de los errores más imperdonables cuando llegas al portador de balón: los ángulos en el tackle. Durante toda la tarde/noche del domingo, estuvimos viendo al linebacker fallando en esta faceta y permitiendo muchas yardas extras de los jugadores locales. 

Con las lesiones, con los problemas contra la carrera y con las muchísimas penalizaciones cometidas, los San Francisco 49ers se fueron diluyendo ante un oponente que no levantaba el pie del acelerador y que en cada defensa alineaba hasta ocho jugadores muy cerquita de la línea de scrimmage para evitar que los de Shanahan pudieran correr ante la falta total de juego aéreo. 

Howie Roseman ha vuelto a construir un equipo que aspira a todo, y parece que el cuerpo técnico lo ha sabido trasladar al campo. Los Philadelphia Eagles se han mostrado imperiales durante la mayor parte del curso y llegan al gran partido con la moral por las nubes y con un juego muy difícil de controlar por cualquier rival.

La épica y la grandeza aparecieron en Arrowhead

El front-office de los Bengals lo hizo bien en la offseason. Identificaron el problema del equipo (no era muy difícil averiguarlo, la verdad) y actuaron en consecuencia. Reforzaron la línea ofensiva con tres hombres de calidad y que se habían visto en múltiples batallas importantes. Pero la NFL, como hablábamos en el anterior partido, no entiende de buenas acciones o de buen trabajo dentro y fuera del campo. En la NFL vienes a competir contra el enemigo, pero también contra ti mismo. Mientras que en el Divisional, los de Zac Taylor manejaron muy bien el pass-rush rival, en Arrowhead pasó todo lo contrario. Ahí, Steve Spagnuolo supo aprovechar el pobre rendimiento de Scharping y Adeniji en el lado derecho de la línea ofensiva para llegar a Burrow y no dejar que el brillante quarterback pudiese leer el juego e incluso provocar errores en sus lanzamientos. 

A medida que iba avanzando el partido, Taylor fue capaz de conseguirle mayor protección a Burrow. Perine y Hurts formaban en el backfield, a ambos lados del quarterback, y se quedaban para ayudar en labores de protección de pase, consiguiendo así un segundo extra, el cual aprovechaba Burrow para conectar con Higgins y Chase. El partido cogió otra dimensión y, ante la vuelta de tuerca de los Bengals, Mahomes decidió dar un paso al frente más. 

Es asombrosa la capacidad que tiene el quarterback de Chiefs de extender la jugada hasta el último segundo posible. Cuando parece que la jugada está terminada, siempre tiene una décima de segundo más para tomar una última decisión y así evitar el sack, poniendo el balón en las manos de un compañero para que no se pierdan yardas. Cojeando, y sin la posibilidad de utilizar sus piernas para salir de pockets colapsados, Mahomes tiraba de talento de brazo para ir convirtiendo terceros downs cada vez más difíciles. El último touchdown a Marquez Valdes-Scantling es una alabanza al escapismo e improvisación, pero también al talento y la magia. 

Con una última carrera buscando el imposible, y consiguiéndolo, Mahomes dejó un field goal asequible para Butker, quien selló el billete para el tercer viaje al Super Bowl en cinco años. Patrick Mahomes dejó su impronta en un partido marcado por la épica, al igual que lo hizo Chris Jones en defensa, quien estuvo demoliendo a la línea ofensiva de principio a fin. 

Andy Reid volverá a tener otra oportunidad de seguir agrandando su leyenda, y lo hará frente a sus queridos Philadelphia Eagles. Hagan juego.